Ernesto Sánchez Barba, superior general de los Hermanos Maristas, será uno de los ponentes centrales del 27º Congreso Interamericano de Educación Católica: “Futuros de la Educación”, que se realizará el 27 y 28 de mayo en México.
El religioso presentará la disertación “Manifiestos a favor de la Educación católica en el presente y futuro” para aportar a las reflexiones que surjan en las mesas de trabajo y ha destacado que “en América se cuenta con un número importante de escuelas católicas, cuya misión y organización se lleva a cabo, en su mayoría, por Congregaciones religiosas o por las Diócesis”.
Desde la Confederación Interamericana de Educación (CIEC) han mencionado que quedan pocas plazas, por ello podrán diligenciar su inscripción en https://congresociec.com/2022/.
PREGUNTA.- ¿Qué futuros posibles hay para la Escuela católica en América?
RESPUESTA.- “Va aumentando considerablemente el número de laicos y laicas comprometidos en la misión educativa. El futuro de estas escuelas dependerá de su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos que vivimos, promoviendo la innovación, conectando mejor con las nuevas generaciones y presentando los valores evangélicos de una manera atractiva y actualizada.
Un punto clave será el ofrecimiento de una formación sólida a los educadores. Y también será de mucha ayuda la capacidad de crear sinergia a través de redes entre las mismas escuelas católicas y con otras instituciones educativas.
Veo un futuro en forma de red. Y, sin duda, sin olvidar incluir en red a los más desfavorecidos, que son un gran colectivo en América: los niños sin escuela, o sin conexión, o con familias rotas por la pandemia”.
P.- ¿Qué tiene la Escuela católica para ofrecer en el actual momento de sinodalidad que ha convocado el Papa?
R.- “La Escuela católica vive la sinodalidad ya que es una excelente plataforma para el diálogo, la escucha y las propuestas creadas por comunidades educativas que integran la fe y la vida. Desde la escuela católica se tiene la oportunidad de ofrecer espacios de escucha a los alumnos y educadores, así como a los padres de familia.
El proceso sinodal nos ofrece la oportunidad de revisar nuestras estructuras organizativas, en las cuales se abra un espacio de participación activa a los diversos miembros de la comunidad educativa, favoreciendo así el empoderamiento de los jóvenes y un papel más activo a la mujer.
Y, por supuesto, las escuelas serán un renovado espacio de evangelización que podrán hacer sus propios procesos de sinodalidad como comunidad de educadores creyentes, espacios de comunión, participación y misión”.
P.- Las redes sociales, juegos en red y la realidad virtual (las pantallas) se han convertido en los nuevos areópagos de aprendizaje para niños y adolescentes, ¿qué tanto ha influido la Escuela católica para llegar a estos espacios tomando en cuenta la brecha digital existente?
R.- “Durante el tiempo de pandemia se han ampliado las posibilidades de comunicación a través de los medios virtuales. Un gran número de escuelas católicas ha funcionado de manera online cuando era imposible realizar las clases de manera presencial, aunque ciertamente en muchos lugares no fue posible dada la falta de recursos.
Existe el reto de buscar una nueva forma de educar, dejando tal vez de lado modelos y tradiciones que no responden más a la realidad. La Escuela católica ha tenido la oportunidad de conectar cada vez más a los educadores con los alumnos y también con los padres de familia.
Esta situación pide una formación crítica para el uso y el mejor aprovechamiento de estos medios digitales. El buen uso de la tecnología ha favorecido la extensión de redes educativas, propiciando procesos colaborativos cuyos beneficios repercuten cada vez más y han generado acciones solidarias.
La Escuela católica se ha retado a sí misma para facilitar que la brecha digital se supere. En muchos lugares, ha facilitado medios, equipos y conexiones a los estudiantes y ha hecho un particular esfuerzo en ayudar a sus comunidades educativas. A la vez, hay que considerar que uno de cada tres niños en el mundo no tuvo acceso a la educación durante el período más crítico de la pandemia y que varias partes del mundo continúan sin contar con los mínimos recursos de conectividad”.
P.- ¿Qué lecciones ha sacado la humanidad tras la pandemia sobre todo cuando la locura de la guerra, con una hipotética escalada nuclear, está sobre la mesa?
R.- “La experiencia de la pandemia nos ha ofrecido la oportunidad de conectar mejor como mundo, sintiéndonos un cuerpo global, donde ha brotado con fuerza el llamado a la solidaridad y al apoyo mutuo aún cuando fácilmente nos podíamos dejar llevar por una actitud egocéntrica del “sálvese quien pueda”.
Con tristeza constatamos que no siempre hemos reaccionado con actitudes de servicio y solidaridad, sino que tantas veces ha sido más común el construir fuertes muros de protección. La guerra nos muestra una vez más la fuerte inconsciencia social existente en algunas personas que ejercen la autoridad y, por otra parte, aparecen brotes solidarios muy concretos de parte de tantas personas en vistas de la protección de los más afectados.
Parecería que se olvidan con facilidad las lecciones aprendidas en el pasado ante situaciones tan inhumanas que hemos vivido. “Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.
No nos quedemos en discusiones teóricas, tomemos contacto con las heridas, toquemos la carne de los perjudicados. Volvamos a contemplar a tantos civiles masacrados como ‘daños colaterales’ (…) Así podremos reconocer el abismo del mal en el corazón de la guerra y no nos perturbará que nos traten de ingenuos por elegir la paz como plantea el papa Francisco en Fratelli Tutti”.
P.- ¿Qué debe cambiar la Escuela (y los docentes) en estos tiempos tan convulsos para ir a tono con las demandas actuales?
R.- “Se prevé que los sistemas educativos de todo el mundo sufrirán grandes modificaciones propiciadas por la revolución tecnológica. En los próximos años, internet y el espacio virtual va a convertir los colegios en entornos interactivos que cambiarán las formas tradicionales de aprendizaje y la manera de ser de docentes, padres y estudiantes.
Podemos aprovechar también estas nuevas tendencias para cambiar la perspectiva desde la cual miramos el mundo y la realidad actual. Se hace necesaria una mirada que brote simultáneamente desde quienes sufren más la injusticia, la violencia o la pobreza.
Se trata de favorecer dinámicas y experiencias que permitan hacer crecer la capacidad de apertura y de servicio a los demás, disminuyendo así la influencia que nace desde nuestro ego. Es necesario promover la reflexión y el diálogo entre los mismos educadores para evaluar los métodos y programas que se llevan a cabo. Revisar si hay coherencia con los valores que se proclaman.
Favorecer experiencias innovadoras, aceptando correr los riesgos necesarios. Incorporar una ecología integral a nuestra educación y nuestra vida, que incluya la promoción humana y el cuidado de la casa común como dos dimensiones integradas e inseparables. Dar más protagonismo juvenil, creyendo en la capacidad y valores de las nuevas generaciones.
Estamos invitados a un compromiso conjunto para pensar y comprometernos en ofrecer soluciones. La idea de un Pacto Global por la Educación se hace necesaria hoy más que nunca”.
Foto: Champagnat