Entrevistas

Juana Acosta: “No hay que irse demasiado lejos para encontrar víctimas”





No se cansa de decir que el personaje de Lucía, protagonista de Llegaron de noche, ha sido “un regalo” para ella. Y trabajar con Imanol Uribe, “un sueño cumplido”. Por eso, Juana Acosta (Cali, 1976) aguarda “muy ilusionada” el momento de compartir su trabajo –y el de todo un “equipo maravilloso”– con el público.



PREGUNTA.- ¿Qué siente una actriz cuando le llega un papel así después de dos décadas de carrera?

RESPUESTA.- Una gran satisfacción, porque papeles así llegan pocos en la vida. Le agradezco mucho a Imanol que me ofreciera un personaje como el de Lucía, tan alejado y diferente de mí, porque hay que confiar mucho en la actriz que eliges. Son los personajes que más disfruto, porque me dan la oportunidad de hacer una composición. También de haber podido hacer este viaje trabajando mano a mano con él, con esta historia…

P.- ¿Conocía la historia de los jesuitas de El Salvador?

R.- No. La conocí cuando leí el guión y tuve las primeras reuniones con Imanol. Yo no vivía aún en España cuando sucedió y era solo una adolescente.

P.- ¿No recuerda entonces cómo se vivió en un país como el suyo, Colombia, azotado también por una violencia que usted misma sufriría con el asesinato de su padre?

R.- No, no tengo recuerdos. Me enteré cuando Imanol me ofreció el papel, y empecé a darme cuenta de que fue algo muy sonado en España. De hecho, de toda la gente que me pregunta por la película, la mayoría conoce esta historia.

La construcción del personaje

P.- Y conocida ya la historia, encarnar a Lucía, testigo de una matanza como la de la UCA, ¿le ha removido sentimientos íntimos del pasado?

R.- En el proceso de preparación del personaje, tuve la oportunidad de conocer a Lucía en la ciudad estadounidense donde vive: Manteca (California). Me interesaba mucho escuchar de viva voz su testimonio y el de su marido. Íbamos a empezar a rodar, pero llegó la pandemia y eso me permitió tener más tiempo para prepararlo. Durante el confinamiento, nos encontrábamos una vez a la semana para ir avanzando juntos, con Lucía y su marido, en la lectura del guión.

La grabé, porque quería escuchar esos diálogos dichos por ella, que me contara cómo vivió lo que vivió, escucharle su acento, todavía bastante marcado aunque lleva ya muchos años fuera de El Salvador… Hasta que, en un momento dado, le dije que me costaba mucho imaginar lo que le había ocurrido, ser testigo de aquella terrible masacre, y que lo único que me hacía acercarme al menos a ese inmenso dolor que ella sentía era que a mi padre le habían asesinado.

Y ahí me dijo algo clave para la construcción de mi personaje: “Yo no tuve papá, para mí esos padres eran como mi papá”, me confesó. Entonces, pude entender la magnitud del dolor y de la frustración que vivió al presenciar esa masacre.

P.- Dar vida a alguien real, a quien ha conocido, le ha ayudado a preparar el personaje, pero ¿no le añade responsabilidad?

R.- No es la primera vez que interpreto a mujeres que han existido: Carmen Díez de Rivera, en una serie para televisión que hice con Sergio Cabrera sobre Adolfo Suárez; la etarra Yoyes, en otro telefilme titulado Santuario, del director belga Olivier Masset-Depasse; Manuelita Sáenz, la heroína de la independencia latinoamericana y amante del libertador Simón Bolívar; la abogada Nydia Tobón que interpreté en Carlos, la trilogía de Olivier Assayas… Son personajes que siempre, al principio, me generan mucho respeto y pudor, porque entras en un universo real, en la cabeza de una mujer que existió.

Un trabajo muy gratificante

P.- En este caso, todavía vive…

R.- Por eso fue tan importante conocerla, que me contara su experiencia, que compartiera conmigo sus sensaciones y recuerdos, así que con ella casi creé la línea de pensamiento de mi personaje. Tenía la suerte de contar con su testimonio real. No me tocaba imaginármelo, solo reproducir lo que me había contado que vivió.

Obviamente, después lo hice mío, me adueñé del personaje porque era yo la que debía interpretarlo; y mis trabajos me los preparo en profundidad, les entrego muchas horas de mi vida. Por eso es muy gratificante, después de tanto trabajo, la respuesta tan positiva de la gente cercana a estas personas reales. Te llena de satisfacción sentir que hay una coherencia, un respeto, un cuidado… y un lógica en algo a lo que le dedico tanto tiempo.

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