Motomami (Sony), el tercer disco de Rosalía (San Cugat del Vallés, Barcelona, 1993) después de El mal querer (2018) y Los Ángeles (2017), es otra reivindicación de la mujer fuerte, independiente, también espiritual. “Motomami tiene que ver con la energía femenina, con una forma de sentirse y estar en el mundo”, define.
Pero esta vez, esa Motomami –“como mi madre, como mi abuela, como otras muchas mujeres”, refiere–, ese ciclón, ese corazón, esa vanguardia, esa libertad, esa mujer que se desnuda –la portada lo dice todo– en dieciséis temas es ella misma: sin esconderse lo más mínimo, con sus miedos, sus sentimientos, su rabia, su búsqueda y su Dios. La propia Rosalía está en el centro de su nuevo disco y habla en él de manera muy personal. Motomami es una confesión y una reivindicación.
“Lo primero es Dios, so, so, so, so, so Good”, canta en ‘Hentai’, en medio de un tema de abierta sexualidad. Un corte de quince segundos –precisamente, el que contiene esta frase referencial– lo adelantó la cantante en TikTok. En el propio disco, que salió a la venta el pasado 18 de marzo –y arrasando es poco–, está la reafirmación de esta confesión.
La da al final de otro tema, ‘G3 N15’, pero por boca de su abuela, de quien incluye un audio enviado por WhatsApp en catalán: “Buenos días, amor mío. Me gusta pensar que en lo más difícil siempre ayuda muchísimo tener una referencia, a Dios. Siempre es la familia, en primer lugar. No, en primer lugar diría que siempre es Dios y después la familia”.
Este tema, ‘G3 N15’, se lo dedica a su sobrino, Genis, de diez años –hijo de su hermana Pili (Daikiry), su estilista y asistente de vestuario–, y lo escribió en Los Ángeles durante la irrupción de la pandemia. “Estaba lejos de mi familia y del lugar en el que yo nací, crecí y he pasado toda mi vida –admite–. Casi dos años lejos. Había muchos momentos de decir ‘quiero volver’ o ‘les echo de menos’. Ese lugar y esas personas son quienes me devuelven el centro, y estar tan lejos de eso no fue nada fácil. Fue el gran sacrificio. Pero, a la vez, estoy agradecida de haber podido hacer el disco”.
Un disco en el que la cantante se mira hacia dentro, se pregunta quién es, a dónde va, qué ha sido de aquella que triunfó con El mal querer y se ha transformado en una diva, una estrella mundial. Pero Rosalía tiene los pies en el suelo, aunque pise Lamborghinis: “Si lo que pasó, ya no pasará. / Si Dios te lo da, te lo quitará”, reconoce en ‘Diablo’, el décimo tema del disco. Lo tiene claro, y escucha las críticas: “La bala de Dios juega en la ruleta. / Tú no has vigilao, se ha ido tu pureza. / Ya no sé quién eres, diablos. / Ya no sé quién eres, diablos”.
Pero Rosalía sabe muy bien quién es y qué quiere, no tiene ‘Delirios de grandeza’, como el bolero que entona a continuación. “No pa siempre / puedes ser una estrella/ y brillar”, admite en ‘Sakura’, la canción con aires de tango en la que homenajea a Lole y Manuel y que cierra el disco. En ella hay una confesión que define a corazón abierto a la propia cantante y a este trabajo: “Que si estoy en / esto, es para romper. / Y si me rompo / con esto, pues / me romperé. / ¿Y qué? / Solo hay riesgo si / hay algo que perder”.
Todo lo que tiene que decir Rosalía –“he escrito más que nunca, al lápiz le he sacado toda la punta, en un disco que parte de cero y que me ha hecho crecer”, reconoce– está en Motomami. Por si acaso, advierte: “La actitud con la que entro en el estudio siempre es desde la experimentación. Me pregunto cómo puedo hacer música desde una manera que no haya experimentado antes. Y eso es lo que pretendo contagiar a quienes me oyen. No sé hacer música de otra manera. Si repitiera fórmulas que me han ido bien, no sería honesta conmigo misma. Tengo que arriesgar”.