Hoy se cumplen dos años de la Statio Orbis, el rezo en soledad que protagonizó el Papa en la plaza de San Pedro cuando medio planeta estaba confinado
En el atardecer del 27 de marzo de 2020, Francisco se dispuso a orar por la humanidad en uno de los mayores momentos de incertidumbre de la historia reciente. Y lo hacía en soledad, un vacío en la plaza de San Pedro que era signo de un planeta que se había confinado en sus casas ante la amenaza de un virus del que poco se sabía, más allá de su voracidad.
En plena Cuaresma, el pontífice argentino abrazaba la angustia de tantos hombres y mujeres en lo que se denominó Statio Orbis, una oración extraordinaria que incluyó una bendición ‘Urbi et orbi’ con pocos precedentes previos.
Hoy, cuando se cumplen dos años de aquel acontecimiento, Vida Nueva rememora cinco instantes imborrables de aquella cita que concitó el interés de creyentes y no creyentes y que se convirtió en consuelo que llegó a todos los informativos de televisión y radio, a todas las portadas de los periódicos y a todas las redes sociales.
La Santa Sede conmemora hoy esta efemérides proyectando en la plaza de la Santa Sede algunos de estos momentos inolvidables. Además, a quienes acudan a la celebración del ángelus se les entregará un ejemplar del libro ‘¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?’ (Encuentro), el libro conmemorativo coordinado por el secretario del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede , Lucio Adrián Ruiz.
En la memoria colectiva ya ha quedado grabada la imagen de Jorge Mario Bergoglio, implorando la misericordia de la imagen del Crucificado que se venera en una iglesia del centro de Roma, que liberó a la ciudad de la peste en el siglo XVI.
Ese crucifijo, abrazado por San Juan Pablo II, también fue uno de los momentos cumbres de la Jornada Mundial del Perdón durante el Gran Jubileo del año 2000.
Francisco escuchando el Evangelio de Marcos en el que se narra cómo Jesús y sus discípulos se sitúan ante una tempestad inesperada, era fiel reflejo de los miedos y temores de la sociedad ante la irrupción del coronavirus, del que poco se sabía. Bergoglio se detuvo en la “falta de fe de los discípulos”.
Ante una “tormenta furiosa”, el Papa destacó que “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas”. “La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos”, añadió.
La reflexión que pronunció Francisco supuso un aldabonazo a nivel global, en tanto que se convirtió en una llamada tanto a la sociedad como a los líderes internacionales para remar juntos para acabar con la pandemia. “No podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”, señaló un Papa convertido en la conciencia del mundo y el principal abanderado de una vacunación universal, cuando todavía las investigaciones sobre los sueros preventivos eran incipientes.
Al paso, el pontífice llamaba la atención sobre un sistema que había demostrado su fragilidad ante los nuevos desafíos a los que se enfrenta el hombre de hoy. “Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”, expuso.
Es tiempo orante, incluyó un momento de adoración eucarística. En ese instante, el pontífice estuvo acompañado por el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica de San Pedro, que recordó que la bendición del Santo Padre concede a quien la recibe, la indulgencia plenaria.
Con su marcada devoción mariana, Francisco puso a toda la humanidad bajo el cobijo de la Madre de Jesús en la advocación del icono de la ‘Salus Populi Romani’. “Queridos hermanos y hermanas, desde este lugar, que habla de la fe rocosa de Pedro, esta noche quisiera encomendaros a todos al Señor, por intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso”, expresó el Papa al final de su intervención.