“La fase de reconstrucción que se iniciaba tras el final de la erupción nos está sorprendiendo, porque no está yendo tan ágil como pensábamos”. Es el balance que hace el párroco de Todoque, Alberto Hernández, cuando se cumplen seis meses del primer rugido del volcán de Cumbre Vieja que devastó parte de La Palma.
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“Creíamos que de un día para otro podríamos volver a la normalidad y nos damos cuenta de que una carretera no se abre en un día, que las viviendas que se necesitan no se pueden levantar en una mañana…”, añade al referirse tanto a las poblaciones destruidas completamente como a otras que no se han podido volver a habitar por la acumulación de cenizas y gases.
“Afortunadamente, hay ilusión”, suscribe a continuación el sacerdote que se ha convertido en referencia de este éxodo interior. No en vano, él y su comunidad parroquial tuvieron que ser desalojados hasta en dos ocasiones. Primero, de la iglesia de san Pío X, que se tragó la lava. Después, de san Isidro, que sigue en pie con la colada a unos metros de la puerta. “Evidentemente hay momentos de desesperación en la gente”, comenta.
No se puede ir al ritmo que nos gustaría
“Todavía no se han recibido las ayudas públicas, va todo con lentitud… Tampoco es fácil. Hay que admitir que no se puede ir al ritmo que nos gustaría, aunque políticos y sociedad civil están aunando esfuerzos con una inversión importante para que nadie se vaya y ofrecer puestos de trabajo”, asume el rector del Real Santuario de Nuestra Señora de las Nieves, Antonio Hernández.
Este sacerdote redobló el cariño de su pueblo cuando ofreció las joyas de la patrona para sufragar cualquier necesidad. “No suponen una gran cuantía económica, unos 50.000 euros, pero ahí están, la Virgen se las entrega a su gente para lo que haga falta”.
Tanto Alberto como Antonio han viajado a la iglesia de San Antón para participar en un homenaje realizado por Mensajeros de la Paz a los curas palmeros. Juntos han trabajado codo con codo con los equipos de atención psicológica para responder a los duelos por todos lo perdido. “Afloran muchos sentimientos y pesadumbre, simplemente estamos ahí para acompañar”, expone Alberto, que recuerda que todavía hay 300 familias viviendo en hoteles, a la espera de tener una vivienda.