El sacerdote malagueño Rafael Vázquez Jiménez, quien desde 2019 es el director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española (CEE), es también, desde el pasado 11 de marzo, el director de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Algo inédito hasta ahora en la historia del Episcopado español y que confirma la apuesta por un perfil pastoral en el que la clave es el encuentro personal, tanto en el abrazo al hermano en la fe como en la Palabra.
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PREGUNTA.- ¿Cree que su trabajo de encuentro en el ámbito ecuménico e interreligioso ha sido el que ha podido contribuir a que se le confíe ahora también esta responsabilidad doctrinal? ¿En qué sentido?
RESPUESTA.- Realmente no creo que esta nueva responsabilidad sea consecuencia de mi dedicación al diálogo ecuménico e interreligioso. Sí influye el hecho de que la Subcomisión para las Relaciones Interconfesionales se encuentre dentro de la Comisión para la Doctrina de la Fe desde la aprobación de los nuevos Estatutos de la CEE en 2019. Esto ha hecho que en los dos últimos años ambos secretariados trabajaran coordinados y que, tras el nombramiento del anterior secretario, Jesús Pulido, como Obispo de Coria-Cáceres, con cierta lógica de continuidad y a efectos prácticos, la responsabilidad haya recaído sobre mí.
Distintas realidades y experiencias
P.- ¿Su nombramiento confirma que, de algún modo, la vivencia cristiana se puede enriquecer aunando un conocimiento de la teología encarnado en las personas y en las distintas realidades y experiencias, incluidas las de los miembros de otras Iglesias cristianas y otras confesiones religiosas?
R.- La línea de una teología encarnada y significativa, que responda a los interrogantes más profundos del ser humano, es la propia de la Iglesia en su deseo de renovación a partir del Concilio Vaticano II. Una teología hecha a pie de calle tiene que tener en cuenta la realidad, y, por supuesto, también el diálogo con otras confesiones cristianas, con otras religiones y con el hombre y la mujer de hoy en día, sea cual sea su situación personal.
P.- Durante su tiempo como párroco en Málaga y como responsable de la Delegación Diocesana de Ecumenismo, apostó enormemente por la convivencia con los musulmanes, siendo muy significativos los campamentos de verano interconfesionales, así como convivencias y encuentros de todo tipo. ¿En qué modo le ha configurado esa experiencia como pastor a la hora de afrontar este doble reto en la CEE?
R.- Las relaciones con hermanos de otras confesiones y religiones, a nivel personal, han oxigenado mi vivencia de la fe, que se ha visto enriquecida por el diálogo y la diversidad de perspectivas, ensanchando el horizonte de la Verdad, capaz de armonizar las diferencias.
Doble misión
P.- A nivel personal y de fe, ¿cómo espera que le nutra esta doble misión?
R.- La vida del sacerdote es estar al servicio de la Iglesia, y todas las tareas que he podido realizar en el desempeño de este ministerio han aportado muchísimo a mi corazón de “pastor”, que se ha ido haciendo a la luz de la Palabra de Dios en la oración, en el estudio y la reflexión del Magisterio y la teología, y en la necesaria referencia a la comunidad cristiana, que da sentido a la vida del sacerdote. Esta doble misión que asumo ahora en la CEE seguirá ayudándome a profundizar en el “depósito de la fe” que se nos ha confiado para transmitirlo en todo su esplendor (cf. 1Cor 11,23) y hacerlo en el estilo dialogal de la “Iglesia en salida”, que es criterio de actuación necesario en estos tiempos.