Vaticano

¿Cómo debe ser la escuela católica? El Vaticano da las claves

La Congregación para la Educación Católica ha publicado unos criterios adaptados “a los retos de nuestro tiempo, en continuidad con los criterios que siempre han sido válidos”





La Congregación para la Educación Católica ha publicado una serie de orientaciones acerca del “valor de la identidad católica de las instituciones educativas en la Iglesia”, con el fin de ofrecer unos criterios adaptados “a los retos de nuestro tiempo, en continuidad con los criterios que siempre han sido válidos”.



En primer lugar, el Vaticano ha recordado el carácter de “madre” que tiene la Iglesia “como icono expresivo de su naturaleza y misión”. Al mismo tiempo, ha puntualizado que “el icono de la Iglesia Madre no sólo expresa ternura y caridad, sino también el poder de guía y maestra. El mismo Papa ha asociado el término ‘madre’ con el de ‘maestra'”.

“Resulta evidente”, continúa la Congregación, “que la acción educativa llevada a cabo a través de las escuelas no es una obra filantrópica de la Iglesia para responder a una necesidad social, sino una parte esencial de su identidad y misión”.

En este sentido, los “principios fundamentales” de la educación cristiana en las escuelas parten de que “la educación, como formación de la persona humana, es un derecho universal”. Por ello, la sociedad civil y los estados tienen “la responsabilidad de apoyar a las familias en su derecho a elegir la escuela y su proyecto educativo”.

Lograr la evangelización

“La educación que la Iglesia persigue”, afirma la Congregación, “es la evangelización y el cuidado del crecimiento de los que ya caminan hacia la plenitud de la vida de Cristo“. Sin embargo, “la propuesta educativa de la Iglesia no se dirige sólo a sus hijos, sino también a todos los pueblos para ‘promover la perfección cabal de la persona humana'”.

Del mismo modo, el documento recuerda que “el éxito del itinerario pedagógico se basa principalmente en un principio de colaboración mutua, sobre todo entre padres y maestros”. En lo que respecta a las escuelas católicas, se conciben “no tanto como instituciones sino como ‘comunidades'”, de tal modo que se prepare a los alumnos “para que ejerzan su libertad de forma responsable, formándoles en una actitud de apertura y solidaridad”.

Asimismo, el Vaticano subraya que “la escuela católica vive en el curso de la historia humana”, por lo que “está continuamente llamada a seguir su flujo para ofrecer un servicio educativo adecuado a su presente”. Además, estas instituciones “testimonian una gran capacidad de respuesta a la diversidad de situaciones socioculturales y asunción de nuevos métodos de enseñanza, permaneciendo fieles a su propia identidad”, así como una “concepción cristiana de la realidad”.

Acogida y escucha

Por otro lado, como carácter distintivo de su naturaleza eclesial es “su ser escuela para todos, especialmente para los más débiles. Esta solicitud se ha manifestado también a través de la fundación de escuelas profesionales, que han sido un baluarte para la formación técnica basada en los parámetros de la inteligencia manual, así como a través de una oferta formativa adaptada a las cualidades de personas con capacidades diferentes”.

La Congregación para la Educación Católica subraya como importante, a su vez, “el testimonio de los educadores laicos y consagrados”. Además, señala que la escuela católica debe caracterizarse por “la acogida de escolares de diferentes orígenes culturales y pertenencias religiosas”.

En el mismo sentido, se subraya la necesidad de educar en la “cultura del cuidado”, la cual “se convierte en la brújula a nivel local e internacional para formar personas dedicadas a la escucha paciente, al diálogo constructivo y al entendimiento mutuo”.

Puntos sensibles

La Congregación reconoce que, en la vida educativa, se dan situaciones que requieren gran atención y sensibilidad para resolver posibles tensiones y conflictos: “en primer lugar, la selección del personal docente, no docente y de gobierno. Teniendo en cuenta los diferentes contextos y posibilidades, es necesario establecer criterios claros de discernimiento de las cualidades profesionales, de la adhesión a la doctrina de la Iglesia y de la coherencia de vida cristiana de los candidatos”.

También se producen conflictos en el ámbito disciplinario y/o doctrinal. “Estas situaciones pueden provocar el descrédito de la institución católica y el escándalo en la comunidad. Por lo tanto, no se pueden subestimar, tanto con respecto a la naturaleza del conflicto como por lo que atañe las repercusiones dentro y fuera de la escuela. El discernimiento debe comenzar en el contexto de la iglesia local, teniendo en cuenta los principios canónicos de gradualidad y proporcionalidad de las medidas que se adopten”. Al mismo tiempo, el Vaticano apunta que “el despido debe ser la última opción, legítimamente tomada después de que todos los demás intentos de resolución hayan fracasado”.

“También se dan casos en los que las leyes estatales imponen opciones en contraste con la libertad religiosa y la propia identidad católica de un colegio”, continúa el documento. “Respetando los diferentes ámbitos, se impone una razonable defensa de los derechos de los católicos y de sus escuelas, tanto mediante el diálogo con las autoridades del Estado como recurriendo a los tribunales competentes”.

Finalmente, el documento constata que “la identidad católica debería ser un terreno de encuentro, un instrumento de convergencia de ideas y acciones. De este modo, las diferentes perspectivas se convierten en un recurso y un principio fundamental para el desarrollo de metodologías adecuadas para resolver posibles cuestiones críticas y encontrar soluciones compartidas”.

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