Desde su regreso al poder en agosto, cuando los talibanes derrocaron al régimen democrático tutelado por la comunidad internacional (en su mayor parte por Estados Unidos), las mujeres y niñas de Afganistán tenían una cierta esperanza en que se concretaran algunos de los cambios que les habían prometido los islamistas respecto a la anterior etapa de absoluta intransigencia hacia ellas.
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Una ilusión que se ha roto este 23 de marzo, cuando se había anunciado el inicio del curso y que podrían volver a las aulas todos los alumnos, incluidas las niñas. Sin embargo, ese mismo día, con miles de chicas a escasas horas de retomar su formación, se publicó un decreto del Ministerio de Educación en el que se establecía que las niñas mayores de 12 años no podían regresar a las clases de Secundaria. Frustradas, decenas de ellas iniciaron marchas de protesta en distintos puntos del país.
Adiós a un siglo de misión
Una situación que entristece a Giovanni Scalese, misionero barnabita italiano cuya salida a la fuerza del país en agosto motivó no solo el cierre abrupto a sus siete años de misión en el país, sino el fin de la presencia de la Iglesia en Afganistán desde que, un siglo atrás, Pío XI impulsara esta ‘misio sui iuris’ en una tierra en la que los católicos son una absoluta minoría. De hecho, la parroquia del padre Scalese era frecuentada por apenas un centenar de fieles. Siendo él el último representante eclesial, su salida ha supuesto un desierto espiritual.
Y es que, como el barnabita lamenta en conversación con Vida Nueva, “como no hay católicos afganos y son muy pocos de mis fieles los que se han quedado en Afganistán, podemos admitir que ya no existimos allí como Iglesia. Los componentes de la pequeña comunidad católica en Afganistán estaban compuestos en su mayoría por personal de oficinas diplomáticas y organizaciones humanitarias e internacionales que ya habían retirado a sus funcionarios antes de que los talibanes tomaran el poder en agosto”.
Frustración
En cuanto a la decisión de los talibanes de no abrir las escuelas de Secundaria para niñas, lo recibe como “una ducha fría”. Sobre todo por haber apagado unas ligeras esperanzas: “Daba la impresión de que, tras la toma del poder, se había producido una evolución en la actitud de los talibanes hacia las mujeres: pensemos, por ejemplo, en el decreto de diciembre pasado, que reconocía algunos derechos importantes para ellas”.
Sobre el derecho a la educación, “en febrero, en algunas provincias, se permitió que las chicas regresaran a la universidad. Ahora, lamentablemente, llega una medida que se ha justificado por la necesidad de gestionar los centros escolares según las normas de la ‘sharia’”. Con todo, Scalese aún espera “que esto sea solo un aplazamiento y que, tarde o temprano, se reconozca a las niñas su pleno derecho a la educación”.