Tere Rodríguez, directora de Jóvenes de Regnum Christi en Madrid, es licenciada en Teología en San Dámaso
La chilena Tere Rodríguez, directora de Jóvenes de Regnum Christi en Madrid, vive con pasión el estudio teológico. Laica consagrada y licenciada en Teología en San Dámaso, aclara que “no sé si me considero parte de una nueva generación de teólogas, sino más bien de la generación de mujeres que queremos ser principio activo de la Iglesia desde la teología. No pongo el acento en ser teóloga de ‘esta’ generación, sino en el hecho de ser parte de las que hemos entrado al estudio teológico tomándolo en serio y creyendo que tenemos un papel importante en su desarrollo”.
Ahí percibe que “uno de los rasgos que nos define es esa conciencia de poder aportar a la teología ese aspecto femenino particular. La mujer, con su empatía, su capacidad de escucha y ese dar importancia a las cosas concretas que afectan a la persona específica que tiene delante, puede dar a la teología un matiz existencial y personal, lo cual me parece una respuesta que el mundo de hoy necesita urgentemente”.
En este punto, Rodríguez llama a la apertura: “A veces la teología queda reservada a unos pocos que la estudian, la discuten y la disfrutan, olvidando que esta se estudia para todos y no es simplemente una ciencia cerrada a un círculo que la comprende, sino que está llamada a hacerse accesible, para así hacer accesible el Misterio de Dios a tantos que lo buscan”.
Por eso considera “fundamental continuar desarrollando esa teología en femenino, aunque el riesgo, como en todos los ámbitos, es contraponerla a la teología estudiada hasta ahora, como si una de las dos siempre estuviera por encima de la otra. Creo que no se trata de superación, ni siquiera de igualdad. Me parece que el prisma correcto es el de la complementariedad. Lo que aportamos uno y otro es diverso y así nos enriquecemos mutuamente. El reto está en abrirnos al otro y no verlo como amenaza, sino como alguien que puede, con su perspectiva distinta, hacer brillar más mi punto de vista”.
“La hondura teológica –abunda– que aporta lo femenino hace que la reflexión avance y profundice en perspectivas a las que, sin ella, no habría llegado. Quien ha disfrutado de una buena conversación teológica abordada desde ambos puntos de vista sabe lo enriquecedora que puede ser y a qué niveles de profundidad es posible llegar”.
Eso sí, “no siempre ha sido fácil entrar en este camino del estudio teológico, tantos años reservado solo a los hombres. Al principio, muchos cuestionaban mi decisión, directamente o de modo sutil, por considerarla un capricho sin futuro y que poco serviría de cara a la misión. ¿Para qué estudiaba teología una laica consagrada? Si habitualmente hay un sacerdote a quien acudir y que resuelve con más autoridad las cuestiones que se plantean… Sin embargo, con los años he ido viendo cómo el hecho de estudiar teología hace que los mismos que cuestionaban esa decisión me consideren una interlocutora ‘válida’ ante diversos temas que antes no me habrían planteado”.
“No digo esto –remacha– como un reproche o desde la frustración porque creo que, de hecho, la Iglesia está caminando hacia dar a la mujer el lugar que le corresponde. Es verdad que podemos observar cómo esto sucede en el mundo con mucha más velocidad que en el ámbito eclesial. Sin embargo, en ese camino de reflexión lenta y pausada, propia de la Iglesia, que va madurando al paso de los años dejándose apelar por el mundo y por las circunstancias, pero sin equipararse a ellos como si de una carrera se tratara, veo más bien un signo de su sabiduría y no de su inmadurez”.