Si pensamos en una nueva generación de teólogas, un nombre que surge es el de Antonina Wozna, nacida hace 37 años en Polonia y quien llegó hace casi dos décadas a nuestro país. Doctora en Teología Fundamental y profesora en el Instituto Teológico de Murcia, recuerda que “el oficio de teóloga en España tendrá como mucho 50 años, siendo las primeras doctoras en teología en Europa de finales de los años 60”.
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Ante la realidad de que hay “pocas generaciones que nos procedan”, se muestra agradecida con “las maestras: Navarro, Bernabé, Bautista o Estévez, cuyos logros han sido tan grandes que a una ni se le ocurriría pensar en un relevo generacional posible y maduro hoy en día, teniendo aún los ojos fijos en ellas, intentando ser su sombra y cuya cercanía marca cauces inexplorados de hacer la teología”.
Rasgos comunes
“Creo –constata– que las de nuestra generación nos conocemos prácticamente todas, señal que somos una ‘rara avis’ más que una generación propiamente dicha. Ya me gustaría sentirme un linaje de teólogas que dejara una herencia”. Eso sí, señala “los rasgos más comunes” entre las teólogas de su tiempo: “Estar atomizadas, en la frontera y, tal vez, un poco domesticadas”.
En su caso, su experiencia vital ha sido clave en su pensamiento: “Nací en Polonia seis años antes de la caída del muro de Berlín y allí conocí la teología bajo la insignia de Juan Pablo II. Encontrarme con la teología en España a los 20-22 años me permitió caer en la cuenta del pluralismo que entraña la palabra ‘católica’ a nivel de pensamiento. No obstante, en cuanto a la disciplina y práctica de género, seguimos en la Iglesia con el mismo desfase que históricamente tuvimos con el reconocimiento civil y eclesiástico de los derechos humanos”.
Trabas ocasionales
También cree que en su caso tuvo un eco el hecho de dejar de ser religiosa y convertirse en laica (“en alguna asignatura de repente bajé dos notas”), aunque, en general, no ha experimentado trabas o prejuicios de algún tipo en tu formación teológica por el hecho de ser mujer: “Hubo varios episodios, como este comentario hasta gracioso: ‘Si quieres estudiar en el Biblicum, ya te puedes buscar a un marido rico’… Pero prefiero agradecer a muchos y muchas el haberme ayudado a ser una de las personas privilegiadas al poder estudiar teología y por la apertura mental de la comunidad teológica donde me encuentro”.
En este sentido, la teóloga polaca valora el camino sinodal que se está viviendo en Alemania, que “está en la avanzadilla”, y sueña con algo parecido en España, intuyendo ya algún brote verde: “Hay seminarios de mujeres y grupos parroquiales que, de algún modo, ensayan un itinerario a estilo sinodal. Sería muy refrescante que halláramos valentía y altura teológica episcopal suficiente por aquí para hacer surgir esta fórmula de debate en clima de discernimiento y paridad”.
¿Una teología en femenino?
En cuanto a si existe una teología en femenino, entiende que “la teología de la mujer ya se ha dado, pero se ha manipulado para que, con voz de mujer, sirviera de legitimadora del eterno femenino esencialista, haciendo flaco favor a la causa de la participación de las mujeres, en su totalidad, en la Iglesia. Por eso creo que la teología feminista sería una corriente de pensamiento que ofrece perspectivas más holísticas y equilibradas. Si bien incorpora la categoría de la experiencia, lo hace desde las mejores inspiraciones personalistas y hermenéuticas, en pos de toda la humanidad, no solo desde la perspectiva de su mitad hegemónica”.
“La mirada teológica –concluye Wozna– es una mirada específica a la realidad. No aflora por el hecho de ser mujer o varón, sino es fruto de estudio y contemplación con rigor crítico y fe transformante de la realidad en la que, lamentablemente, se invisibiliza, reduce o trivializa a las mujeres. Parafraseando a Marcos 4,12, el que tenga los oídos para escuchar, que oiga. Los que tengan ojos para ver, que vean”.