En su primera parada de la visita apostólica a Malta, el papa Francisco ha acudido al encuentro de las autoridades del país. “Por su posición, Malta puede ser definida el corazón del Mediterráneo. Pero no sólo por su posición: el entramado de acontecimientos históricos y el encuentro de los pueblos hacen de estas islas, desde milenios, un centro de vitalidad y de cultura, de espiritualidad y de belleza, una encrucijada que ha sabido acoger y armonizar influjos provenientes de muchas partes”, ha expresado el Pontífice.
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“Esta diversidad de influencias”, ha continuado, “hace pensar en la variedad de vientos que caracterizan al país”. De esta manera, el Papa ha acudido a la imagen de la rosa de los vientos, “que posiciona las corrientes de aire en base a los cuatro puntos cardinales”, para “delinear cuatro influencias esenciales para la vida social y política” de Malta.
“Los vientos que prevalentemente soplan en las islas malteses son del noroeste”, ha explicado. “El norte evoca Europa, en particular la casa de la Unión Europea, edificada para que allí viva una gran familia unida en la salvaguardia de la paz. Unidad y paz son los dones que el pueblo maltés pide a Dios cada vez que entona el himno nacional”.
De hecho, la casa europea, “que se compromete a promover los valores de la justicia y de la equidad social, también está en primera línea para salvaguardar la casa más amplia, la de la creación”. En Malta, ha apuntado el Papa, “la luminosidad del paisaje alivia las dificultades” y “la creación se muestra como el don que, en medio de las pruebas de la historia y de la vida, recuerda la belleza de habitar la tierra”. Por eso, ha señalado que “hay que protegerla de la avidez voraz, de la codicia del dinero y de la especulación edilicia, que no sólo afectan el paisaje, sino el futuro”.
Desafío migratorio
“El viento del norte a menudo se mezcla con el que sopla del oeste”, ha continuado. “Este país europeo, particularmente en su juventud, comparte, en efecto, los estilos de vida y de pensamiento occidentales”, de lo cual “proceden grandes bienes —pienso en los valores de la libertad y de la democracia—, pero también riesgos que es necesario vigilar, para que el afán de progreso no lleve a apartarse de las raíces”. Por este motivo, ha recordado que “para un desarrollo sano es importante conservar la memoria y tejer respetuosamente la armonía entre las generaciones, sin dejarse absorber por homologaciones artificiales y colonizaciones ideológicas”.
Continuando con la rosa de los vientos, el Papa ha animado a mirar hacia el sur, desde donde “llegan tantos hermanos y hermanas en busca de esperanza”. “Quisiera agradecer a las autoridades y a la población por la acogida que les ofrecen en nombre del Evangelio, de la humanidad y del sentido de hospitalidad típico de los malteses. Según la etimología fenicia, Malta significa puerto seguro. Sin embargo, ante la creciente afluencia de los últimos años, los temores y las inseguridades han provocado desánimo y frustración”, ha expresado Francisco.
Asimismo, ha recordado que “la expansión de la emergencia migratoria exige respuestas amplias y compartidas”. Por ello, “no pueden cargar con todo el problema sólo algunos países, mientras otros permanecen indiferentes”, mientras que “países civilizados no pueden sancionar por interés propio acuerdos turbios con delincuentes que esclavizan a las personas”. “El Mediterráneo necesita la corresponsabilidad europea, para convertirse nuevamente en escenario de solidaridad y no ser la avanzada de un trágico naufragio de civilizaciones”, ha apostillado.
El horror de la guerra
Por último, “está el viento proveniente del este, que a menudo sopla al amanecer”. Sin embargo, “precisamente del este de Europa, del Oriente, donde surge antes la luz, han llegado las tinieblas de la guerra”. “Pensábamos que las invasiones de otros países, los brutales combates en las calles y las amenazas atómicas fueran oscuros recuerdos de un pasado lejano”, ha afirmado, pero “el viento gélido de la guerra, que sólo trae muerte, destrucción y odio, se ha abatido con prepotencia sobre la vida de muchos y los días de todos”.
“Mientras una vez más algún poderoso, tristemente encerrado en las anacrónicas pretensiones de intereses nacionalistas, provoca y fomenta conflictos, la gente común advierte la necesidad de construir un futuro que, o será juntos, o no será”, ha dicho Francisco. “Ahora, en la noche de la guerra que ha caído sobre la humanidad, no hagamos que desaparezca el sueño de la paz”.
En este sentido, el Papa ha señalado que “Malta, que resplandece con luz propia en el corazón del Mediterráneo, puede inspirarnos, porque es urgente devolver la belleza al rostro del hombre, desfigurado por la guerra”. “Hay una hermosa estatua mediterránea datada siglos antes de Cristo que representa a la paz, Irene, como una mujer que tiene en brazos a Pluto, la riqueza. Nos recuerda que la paz produce bienestar y la guerra solamente pobreza, y nos hace pensar el hecho de que en la estatua la paz y la riqueza se representen como una mamá que tiene en brazos un bebé”, ha explicado. “La ternura de las madres, que dan la vida al mundo, y la presencia de las mujeres son la verdadera alternativa a la lógica perversa del poder, que conduce a la guerra. Necesitamos compasión y cuidados, no visiones ideológicas y populismos que se alimentan de palabras de odio y no se preocupan de la vida concreta del pueblo, de la gente común”.
Poner fin a la violencia
Asimismo, ha advertido de la necesidad de una “‘medida humana’ frente a la agresividad infantil y destructiva que nos amenaza, frente al riesgo de una Guerra Fría ampliada que puede sofocar la vida de pueblos y generaciones enteros”. “Ese ‘infantilismo’”, ha aseverado, “lamentablemente no ha desaparecido”, ya que “vuelve a aparecer prepotentemente en las seducciones de la autocracia, en los nuevos imperialismos, en la agresividad generalizada, en la incapacidad de tender puentes y de comenzar por los más pobres. Es aquí donde comienza a soplar el viento gélido de la guerra, que también esta vez ha sido alimentado a lo largo de los años”.
“Sí, la guerra se fue preparando desde hace mucho tiempo, con grandes inversiones y comercio de armas. Y es triste ver cómo el entusiasmo por la paz, que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, se haya debilitado en los últimos decenios, así como el camino de la comunidad internacional, con pocos poderosos que siguen adelante por cuenta propia, buscando espacios y zonas de influencia”, ha concluido el Papa. “Y, de este modo, no sólo la paz, sino tantas grandes cuestiones, como la lucha contra el hambre y las desigualdades han sido de hecho canceladas de las principales agendas políticas”.