Jesús, desde un “irreal más allá”

  • En su nueva novela ‘Sed’, Amélie Nothomb se mete en la piel de un Cristo plenamente humano, que se enfrenta a su pasión y muerte rebelándose contra el sufrimiento
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Jesús, desde un “irreal más allá”

Un Jesús humano, extraordinariamente humano, despojado de su divinidad. Así lo ve –y así lo siente– Amélie Nothomb (Kobe, Japón, 1967), escritora belga afincada en París, estrella literaria desde su irrupción hace ya treinta años con Higiene del asesino (Anagrama). Curiosamente, fue entonces cuando concibió Sed, la novela que ahora publica con “su propia versión de Cristo”, como la define, porque “solo ahora me he sentido preparada para escribirla”.



El de Amélie Nothomb es un Jesús al que le basta ser hombre, plenamente hombre, que siente hambre y sed, dolor y miedo, deseo y amor, placer y alegría, para ser simplemente Cristo: un ejemplo y un modo de vida. “Tenía tres años cuando mi padre me habló de Jesucristo –admite la autora– y enseguida me di cuenta de que sería un superhéroe para mí y que me acompañaría de uno u otro modo toda mi vida”.

Así es el Jesús de Sed, la novela número veintiocho de Nothomb, en la que se permite en 123 páginas meterse en su piel. Es el propio Jesús –relevantemente humano– el que narra en primera persona su propio juicio ante Pilatos y su crucifixión, desde un “irreal más allá” que es una noche que no existe, la noche extra que la autora se inventa –una noche entre la sentencia de Poncio Pilatos y su ejecución, la muerte en la cruz– y en la que pone a Jesús a reflexionar en voz alta mientras espera la ejecución en una celda y es crucificado. Como hombre, el Jesús de Nothomb sabe que morirá y que resucitará, acepta quién es, pero se rebela ante el sufrimiento.

Una persona cualquiera

Esa digresión –según los Evangelios, la sentencia fue aplicada de inmediato– y ese relato de la Pasión a ojos de “su” Jesús, le sirve a Nothomb para mostrar un texto en el que se posiciona “contra el suplicio”, como lo califica. En el que su propio Jesús se lamenta –y manifiesta su miedo– ante lo que va a vivir. “Lo único que sabemos es que Jesús existió, lo que no sabemos es si fue hijo de Dios. Me parece más interesante pensar que no, que Jesús era una persona cualquiera que, sin saber por qué, un buen día decidió ser Jesús, existir y estar disponible para los demás”, señaló durante su presentación en Barcelona.

Este Jesús es omnisciente, sin embargo, único rasgo de la divinidad que se permite Nothomb, más como un recurso narrativo. Porque ese Jesús va dando testimonio de su humanidad, a la vez que es consciente de todo lo que va a influir, de lo que va a crear, de lo que va a generar –en el arte, por ejemplo–, sobre todo en la fe.

Es el modo que ha hallado la novelista para dejar claro lo que también responde cuando le preguntan: no es ninguna reelaboración, ni mucho menos un Evangelio de Cristo. Es un testimonio que propugna: este es mi Jesús. Evidentemente “muy personal”, como reconoce, y enfrentado (menos de lo que pudiera parecer a primera vista) al Jesús canónico.

Contra su glorificación

Su diatriba contra “el suplicio” de la Pasión, contra la aceptación del sufrimiento, contra la redención, define todo el relato. Frente al mensaje del amor que es el testimonio de Jesús –y en el que Nothomb sí reconoce creer–, ve “monstruoso” su crucifixión y su muerte.

Por eso, el Jesús de la escritora belga se opone, aunque al final acabe aceptado su destino y su resurrección. Ella misma se posiciona contra la aceptación del sufrimiento, contra “su glorificación”. Al mismo tiempo, sin embargo, admite paradójicamente: “Cuando hay sufrimiento, de una manera u otra, seamos o no creyentes, nos referimos a Jesús. Y el auténtico sufrimiento es el que lleva a las auténticas preguntas”.

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