“Mi salud es un poco caprichosa, tengo este problema en la rodilla que me trae problemas al caminar, al andar, es un poco molesto, pero mejorando, al menos puedo ir”. Con esta naturalidad, el Papa se expresaba esta sobre una dolencia física que ha sido especialmente visible durante su viaje a Malta, al verse obligado a ralentizar su paso en no pocas ocasiones, utilizar un elevador para subir al avión o tener que sentarse durante la celebración de la eucaristía.
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Durante la rueda de prensa que mantuvo con los periodistas en el vuelo, Francisco admitió que “hace quince días no podía hacer nada”. A renglón seguido, detalló que “es una cosa lenta, a ver si vuelve, pero está la duda de que a esta edad no se sabe cómo va a acabar el partido, esperemos que vaya bien”.
El grave problema
Con esta explicación sobre su diagnóstico médico, quiso compartir con los comunicadores su balance de esta visita de fin de semana: “Vi las realidades de Malta, vi un entusiasmo impresionante de la gente, tanto en Gozo como en La Valeta y en los demás lugares”.
El pontífice sacó además a colación el “grave problema” de la migración. “¡Los migrantes deben ser siempre bienvenidos!”, exclamó, reconociendo que “el problema es que cada gobierno tiene que decir cuántos pueden recibir normalmente para vivir allí”. Por ello, considera que “requiere un acuerdo con los países de Europa y no todos están dispuestos a recibir a los inmigrantes”. “Olvidamos que Europa fue hecha por los inmigrantes, ¿verdad?”, apostilló.
Al paso, calificó las devoluciones en caliente que se hacen de acuerdo con Libia como un acto “criminal”. “Al igual que Europa hace sitio generosamente a los ucranianos que llaman a la puerta, también lo hace a los otros que vienen del Mediterráneo”, aseveró.