Alrededor de 700 personas procedentes principalmente de Venezuela, Cuba, Haití, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala integran el llamado “viacrucis migrante”, que es apoyado, en su paso por México, por defensores de derechos humanos.
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Los migrantes se encontraban en la ciudad de Tapachula, Chiapas, desde donde el pasado 1 de abril iniciaron su caminata en caravana, misma que fue frenada por la Guardia Nacional. Tras los enfrentamientos entre migrantes y policías, autoridades migratorias se comprometieron a revisar la situación de cada una de esas personas.
Ante esa situación, el obispo de Tapachula, Jaime Calderón, dejó en claro que el “viacrucis migrante” nada tiene que ver con la Iglesia de la Provincia de Chiapas.
Se trata –dijo- de un “escaparate que utilizan los autollamados activistas para enganchar gente y hacerlas caminar, con destino incierto, bajo las inclemencias de estos soles calcinantes de abril, sin importarles que en la caravana vayan mujeres y niños, solo movidos por la ambición de lucrar con ellos. Lamentamos mucho la impunidad con la que operan”.
Y añadió: “Año con año esta caravana ha servido para enganchar hermanos con la promesa de llevarlos a la frontera de los Estados Unidos”.
Lucran y viven a costa de los hermanos migrantes
Jaime Calderón consideró que la presencia de “los hermanos migrantes” en la diócesis de Tapachula “es un grito que Dios ha puesto entre nosotros para hacer realidad el mandamiento del amor”.
“Nos duele contemplar cuántos intereses se involucran en la vida de estos hermanos, de tal manera que, especialmente en estos tiempos, hemos de manejar con mucho cuidado esta realidad para que nuestro ejercicio de la caridad llegue a los hermanos migrantes y no terminemos sirviendo a otras personas que, con disfraz de preocupación humanitaria, lucran y viven a costa de los hermanos migrantes mirándolos como mercancía y haciendo de ellos una industria para beneficio personal”, añadió el obispo.
Asimismo, recordó que como Iglesia diocesana, uno de los aspectos prioritarios de su quehacer pastoral es la “atención y cercanía sana y desinteresada a nuestros hermanos migrantes, procurando siempre que nuestra atención vaya dirigida directamente a ellos y no a través de quienes se aprovechan de ellos y los usan como negocio personal”.
“Dios nos ayude a ejercer la caridad con inteligencia y sin ingenuidad”, concluyó.