La guerra de Ucrania ha vuelto a estar presente en la audiencia general que el Papa celebró este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano. Al terminar su catequesis, Francisco lamentó la reciente masacre en la localidad de Bucha, a las afueras de Kiev, y las crueldades “cada vez más horrendas que sufren los civiles, mujeres y niños inermes”. Desde que se desató la invasión por parte de Rusia, los ucranianos se han convertido en víctimas “cuya sangre inocente grita hasta el cielo e implora que se ponga fin a esta guerra y se haga callar a las armas y se deje de sembrar muerte y destrucción”.
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Después de pedir oraciones ante este drama a los fieles presentes, el Pontífice mostró una bandera ucraniana, que según dijo le habían enviado desde Bucha, para saludar y regalar huevos de Pascua a continuación a un grupo de niños ucranianos recién llegados a Italia como refugiados. “Han tenido que huir y llegar a una tierra extraña. Esto es también un fruto de la guerra. No los olvidemos ni olvidemos al pueblo ucraniano”, dijo el Papa, destacando lo “duro” que resulta verse desarraigado de la propia tierra debido a la guerra.
Malta, un “lugar clave”
La catequesis estuvo centrada en el viaje a Malta del pasado fin de semana, como ocurre cada vez que realiza una visita apostólica en la audiencia general posterior. Jorge Mario Bergoglio consideró que este pequeño país situado en medio del Mediterráneo es “un lugar clave”, tanto desde el punto de vista geográfico, como en lo que se refiere a las rutas migratorias y a la evangelización.
“Es una especie de ‘rosa de los vientos’, donde se cruzan pueblos y culturas”, dijo, considerando que Malta representa “la fuerza de las naciones pequeñas pero ricas de historia y civilización” que deberían llevara a “otra lógica” opuesta a la “colonización de los más poderosos”. Por desgracia prima “la vieja historia de las grandes potencias competidoras” mientras la ONU actúa “con impotencia”, como se ve “en la actual guerra de Ucrania”.
La inmigración debe gobernarse
Al hablar sobre las rutas migratorias, que tienen en Malta a un importante nodo, Bergoglio destacó primero la dignidad de todos los migrantes. “Cada uno es único, no es un número”, dijo, recordando que Europa está “hecha de inmigrantes”. A continuación reconoció que este fenómeno “deber ser organizado y gobernado” y antes aún “proyectado a nivel internacional”. Puede vivirse en definitiva como “un signo de conflicto o un signo de paz”, es algo que “depende de nosotros”.
Finalmente el Papa habló de Malta como un “lugar clave también desde un punto de vista de la evangelización”. Recordó que recibió muy pronto el Evangelio debido a que el apóstol Pablo naufragó en sus costas y celebró cómo de las dos diócesis del país han salido muchos sacerdotes y religiosos. No obstante, también hoy en Malta “sopla el viento del secularismo y de la pseudocultura globalizada a base de consumismo, neocapitalismo y relativismo”.