La Iglesia del Paraguay realizó el primer encuentro de la Coordinación Nacional de Laicos, en la ciudad de Asunción. Fueron recibidos por el arzobispo del lugar y presidente del episcopado, Adalberto Martínez Flores, quien les dio la bienvenida.
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Compromiso con el mundo
Aseveró que esta reunión es relevante porque no solo se da en el contexto del Año del Laicado, sino porque la Conferencia Episcopal espera que el trabajo sostenido ayudará a la transformación profunda del país con los laicos que actúan en el corazón de la sociedad paraguaya.
El arzobispo aseguró que los obispos soñaban con mujeres y hombres nuevos, ciudadanos de bien que se juegan, por su fe, allí donde les toca actuar, en política, economía, educación, cultura, deportes, ámbito laboral, empresarial, familiar y personal.
“No teman mezclarse con el mundo para que, desde los valores del Reino, contribuyan a transformar las situaciones de pecado que oprimen a nuestro pueblo: la corrupción, la inequidad, la violencia silenciosa de la pobreza que excluye y descarta a los más débiles, niños y ancianos, indígenas y campesinos, jóvenes sin oportunidades ni horizonte para sus vidas, familias desestructuradas, agresión al medio ambiente, entre otros males que padecemos en el Paraguay”, les pidió Martínez Flores.
Desde su opinión, estas son las penosas realidades en las que los laicos son partícipes, sea por acción u omisión. Los signos de los tiempos actuales nos presentan situaciones preocupantes, donde se señala a los laicos, como afectados y responsables.
Compromiso con el Evangelio
Recordó las palabras de San Juan Pablo II: “No se puede arrinconar a la Iglesia en los templos, ni a Dios en las conciencias”. Esto se proyecta como enseñanza en el ser y el quehacer del laico.
Es también valiosa y necesaria la colaboración de los fieles laicos en las tareas pastorales: la vida de la parroquia, la catequesis, la liturgia, el servicio de la Palabra, pero, la misión fundamental del laico está fuera de los límites de la parroquia, el grupo o el movimiento.
El arzobispo de Asunción considera que el Paraguay, mayoritariamente católico, es uno de los países más inequitativos del mundo, donde la corrupción y la impunidad forman parte de nuestro paisaje cotidiano, sin que se vea y sienta la acción de los cristianos. “Es más, muchos de los que cometen o toleran los hechos de corrupción y de los que favorecen la impunidad, son bautizados católicos”, aseguró.
Asimismo, dijo que esta situación debe interpelarnos: necesitamos obispos, clero, vida consagrada y laicos, hacer un examen de conciencia sobre nuestra evangelización. Invitó a leer una carta pastoral por el Año del Laicado, realizado por los obispos, para reflexionar y utilizar como un instrumento valioso para la misión específica en y como Iglesia.
Llegar a las periferias
El presidente del episcopado paraguayo afirmó que los laicos deben asumir protagonismo, sentido de pertenencia y profundizar su formación, comprometidos desde su fe. “A ustedes les corresponde el compromiso en la administración pública y en la política, así como en todos los sectores de la vida social, cultural y científica. Como comunidades de base, parroquiales y diocesanas, nos toca apoyar y acompañar a quienes se comprometen en estos campos, no por el ‘provecho’ que traigan sino por la vocación que se atreven a asumir”, señaló el anfitrión.
Exhortó a no esquivar la responsabilidad de “transformar las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio” (DA 210). El desafío es afrontar la realidad difícil de la sociedad, cada vez más violenta, con la Doctrina Social de la Iglesia como instrumento. También convocó a salir de la zona de confort y de la seguridad de una Iglesia introvertida, cerrada, mezquina. “Hay que abrir la cancha y el juego para que todos puedan participar. La Iglesia sinodal nos exige caminar juntos y salir al encuentro de los otros”, dijo Martínez Flores.
Aseguró que la misión es llegar con el Evangelio a las periferias geográficas y existenciales; salir no solo de los límites geográficos de la parroquia para llegar a los alejados, sino también salir de los prejuicios y mezquindades para llegar a las periferias existenciales, como define el papa Francisco: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.
“La Iglesia está para evangelizar. El objetivo no es la Iglesia, es el Reino de Dios y su justicia. Y nosotros debemos ser instrumentos dóciles para que el Reino de Dios llegue y transforme las realidades temporales”, deseó el titular de Asunción.