La Conferencia Episcopal de la República Democrática del Congo acaba de publicar un documento en el que reflexiona sobre la vida sacerdotal. Hasta ahí, todo normal… Aunque no lo es tanto, pues los obispos abordan a las claras un punto ciertamente controvertido: la castidad sacerdotal.
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Así, ante una realidad que constatan (y que no debe ser simplemente simbólica), la proliferación de sacerdotes que tienen una vida familiar paralela y son incluso padres, los prelados exigen “un comportamiento responsable ante los hijos nacidos de la relación entre una mujer y un sacerdote”.
Salir de la clandestinidad
De este modo, llaman al “reconocimiento” de sus hijos. Un gesto que también debe incluir a las mujeres con quienes los han tenido y cuya relación está marcada por la “clandestinidad”. Solo así, aceptando que han roto con el celibato y han creado una vida familiar oculta a los ojos de la comunidad, podrán cambiar su situación.
Y es que “tenemos la obligación moral de reconocer que estas personas existen y sufren en silencio. Y piden reconocimiento y acompañamiento”.
Misericordia y oprobio
En cuanto a la respuesta que la Iglesia debe dar a esos sacerdotes con hijos, los obispos entienden que “necesitan tanto la misericordia como el oprobio de la Iglesia”. Además, se exige otro paso a dar, pues hay una manifiesta “incompatibilidad de la función de padre de familia con el ministerio”.
De ahí que solo queda una salida: “Pedimos a todo sacerdote que tenga un hijo que lo cuide por completo y, para ello, pida la dispensa de los deberes sacerdotales con el Santo Padre. Todo obispo diocesano está dispuesto a acompañar por los cauces y medios canónicos a todo clérigo de su jurisdicción afectado por esta situación”.