Antonio Pelayo llama a vivir la piedad popular como “un tesoro” del Evangelio y no como “una mera atracción turística”. Así lo expresó ayer con la tarde durante el pregón que dio el pistoletazo de salida a la Semana Santa de Cuenca. El sacerdote y periodista fue propuesto como pregonero para el año 2020. Sin embargo, la pandemia impidió que ejerciera como tal hasta ahora, cuando las procesiones vuelven a llenar las calles de todo el país.
“No os dejéis arrebatar el tesoro de vuestra Semana Santa, que nadie se atreva a manipularla”, advirtió a los conquenses que le escuchaban en el Teatro Auditorio de la ciudad manchega: “Que nadie caiga en la tentación de convertirla en una mera atracción turística, salvadla del escaparate de vanidades y superficialidad que caracteriza nuestra sociedad moderna”.
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“Os lo pido de todo corazón”, deseó Pelayo ante el obispo de Cuenca, José María Yanguas; el alcalde Darío Dolz; el presidente de la Diputación, Álvaro Martínez Chana; y la subdelegada del Gobierno, Mari Luz Fernández Marín.
Generaciones venideras
Para el presbítero, las procesiones son “un tesoro que está en vuestras manos, una preciosa herencia de vuestros antepasados que tenéis que transmitir integra y sin fisuras a las generaciones venideras, a vuestros nietos y a vuestros hijos”.
Al echar la vista atrás sobre los efectos letales del coronavirus, recordó que “fueron días muy tristes y sólo la fe sirvió de refugio y consuelo ante una noticia tan desoladora”. “Durante estos años -expuso Pelayo- la voz del Papa no ha dejado de hacerse oír para advertirnos que la peor solución al drama de la pandemia es recluirnos en la torre de marfil de nuestro egoísmo, entregarnos a un soliloquio de tristeza y melancolía, paralizar nuestra solidaridad”.
Aprender y crecer
Citando a Tina Turner, animó a los presentes a “aprovechar cada adversidad que nos depara la vida para aprender, crecer y hacer realidad nuestros sueños”. Para el corresponsal de ‘Vida Nueva’, es momento de poner la mirada en un presente en el que “la Semana Santa de Cuenca volverá a revivir su incomparable historia y esta magnífica ciudad recobrará su entusiasmo, su fervor, su religiosidad”.
Con la guerra en Ucrania como telón de fondo, Pelayo apuntó que “al contemplar y llorar las llagas de Cristo, vamos también a derramar nuestras lágrimas sobre las llagas que la locura y la maldad de un dictador han producido y van a producir todavía en centenares de miles de hermanos y hermanas nuestras”.
Cifra asombrosa
A lo largo de su alocución, con referencias, entre otros, al Papa Francisco, a los cardenales Ravasi y Amigo y a Martín Descalzo, puso en valor las tradiciones conquenses, deteniéndose en la “originalísima procesión de las turbas que hoy, gracias a vuestros esfuerzos, ha sido regenerada y devuelta a su original expresión”. Pero, sobre todo, puso en valor la implicación de la ciudadanía en la Semana Santa: “El número de cofrades puede cifrarse hoy en torno a 30.000, cifra asombrosa , y única en el mundo, si se tiene en cuenta que la población de vuestra capital ronda en torno a los 55.000”.
Al adentrarse en el sentido de estos días, Pelayo quiso detenerse en los retablos que escenifican la Pasión y Muerte “como si dirigiésemos hacia cada uno de ellos el zoom de nuestro objetivo para descubrir sus entrañas, sus sentimientos, su reacciones ante Jesucristo”. Así, se detuvo en Judas Iscariote, Poncio Pilatos, Pedro, los sumos sacerdotes y María.
“Contemplando con esta mirada iluminada por la fe los ‘pasos’ de nuestra Semana Santa ya sabemos que la Cruz no es un espanto, un horror, la forma de muerte más ignominiosa”, aseveró el pregonero, que subrayó que “desde la cruz nos contempla no un fracasado, un visionario traicionado por los suyos, un iluso sino el propio Dios que ha cargado sobre sus hombros con todos los horrores y los crímenes de la humanidad para darnos una nueva vida, una vida que no podrá arrebatarnos ni la propia muerte”.