No le hace falta rascar en la memoria. Recuerda la fecha de inmediato. El 12 de diciembre de 1997. Viernes. Al descolgar el teléfono, alguien le pregunta: “¿Usted es Jone Echarri?”. Respuesta afirmativa. “Soy el secretario personal del Papa, monseñor Dziwisz”. Con esa llamada, arrancó para esta española un encargo que jamás hubiera imaginado: tratar de su párkinson a Juan Pablo II.
“A los pocos días me llamó el doctor Buzzoneti, médico personal del Papa, que ya sabía que yo estaba tratando a Don Giussani –fundador de Comunión y Liberación– y sabiendo de mi especialidad en fisioterapia neurológica, me pidió iniciar el tratamiento con el Santo Padre”. Con el correspondiente temor y temblor, aceptó la propuesta: “Al principio, debo confesar que experimenté una cierta preocupación –¡era el Papa!–, pero no demasiada porque, en mi experiencia, he podido constatar que, cuando Dios llama a realizar una tarea, da también todos los medios necesarios para cumplirla”.
Inicialmente, Jone estudió enfermería y tras una estancia en Milán, el familiar de uno de sus pacientes le dejó caer que estaba “desaprovechada” en esta tarea. De vuelta a Madrid, su contacto con una fisio del hospital de La Paz que trataba a niños con parálisis cerebral le hizo dar el salto para volcarse con los enfermos neurológicos y se especializó en el Concepto Bobath de Londres. Por todo esto, el fundador italiano no dudó en ponerse en sus manos.
No solo porque Jone y su esposo, Jesús Carrascosa, se encontraran entre sus principales colaboradores e impulsores de Comunión y Liberación en España. Ella es considerada hoy un referente internacional en su campo, al que también recurrirían después Benedicto XVI y Francisco. ¿Su máxima? “Las paredes no curan, curan las personas que tratan a los pacientes”.