Vaticano

Francisco pide en la Vigilia Pascual que el Resucitado ilumine las “noches de la guerra”

  • El Papa no ha podido presidir la liturgia, pero sí ha pronunciado la homilía y bautizado a siete nuevos católicos
  • Bergoglio mostró su cercanía a una pequeña delegación de Ucrania compadeciéndose de su dolor





Con los ecos de las experiencias familiares del Via Crucis del Viernes Santo en el Coliseo aun presentes, el papa Francisco asistió la Vigilia Pascual que esperaba ser la vuelta a la normalidad tras las restricciones aplicadas en las dos Semanas Sanas anteriores. Sin embargo la evolución de su dolencia en la rodilla ha hecho que sea el cardenal Giovanni Battista Re como decano del Colegio Cardenalicio, quien presida la celebración, mientras que el pontífice ha leído la homilía y bautizado a 7 catecúmenos. La liturgia de la que es “la madre de todas las vigilias”, según san Agustín, comenzó en penumbra en el atrio de la basílica de San Pedro con el encendido del cirio en torno a una pequeña hoguera, aunque se ha mantenido el horario ‘pandémico’, iniciando la vigilia a las 19:30 h.



Ya en el interior del templo donde poco a poco se fue haciendo la luz hasta brillar con todo su esplendor la basílica, siguiendo los ritos de esta Noche Santa de la salvación, la celebración prosiguió con la procesión hasta el altar. Ya a plena luz con el canto del ‘Exsultet’, el pregón pascual, fue el primero de los progresivos anuncios de la resurrección que se encadenan en este inicio del día de Pascua.

Nuevos cristianos

Después se proclamaron algunas lecturas bíblicas, en las que se ha evidenciado el desarrollo de la historia de la salvación en torno al momento central de la Resurrección, narrado en el evangelio de Lucas aclamado en el Gloria, a través de sonido de todas las campanas de la basílica, y preparado con el Aleluya solemne.

Tras la pausa de los últimos dos años, en la celebración se ha retomado la tradición de que reciban los sacramentos de la iniciación cristiana –bautismo, confirmación y Primera Comunión– de las manos del papa Francisco, en el caso del bautismo, algunos catecúmenos. En este caso han sido 7 adultos, 2 mujeres y 4 varones, de diferente nacionalidad: 4 son italianos (Alessio Grasselli, Alessandro Marchetti Tricamo, Morgana Pala y Giulio Papetti), uno estadounidense (Taylor Pescante), una albanesa (Mariana Vani) y un cubano (Luis Enrique Vargas Chapo). La última parte de la Vigilia fue, siguiendo siempre la estructura del misal, la dedicada a la liturgia eucarística hecha en latín.

Ucrania presente

Antes de la celebración de esta noche, el Papa se reunió brevemente con una pequeña delegación de Ucrania formada por representantes del gobierno local y del parlamento del país, según ha informado la Oficina de Prensa. De hecho, entre los presentes en primera fila estaba el alcalde de la ciudad ucraniana de Melitopol, Ivan Federov –que sufrió un secuestro por parte de las tropas rusas–.

Dirigiéndose a esta delegación, el pontífice señaló al final de su homilía, que “en esta oscuridad en la que viven, señor alcalde, señoras y señores diputados, la oscura oscuridad de la guerra, de la crueldad, todos rezamos, rezamos con ustedes y por ustedes esta noche. Rezamos por tanto sufrimiento. Sólo podemos ofrecerles nuestra compañía, nuestra oración y decirles: ‘¡Ánimo! Os acompañamos’. Y también para deciros lo más grande que se celebra hoy: Christòs voskrés!”, que en ucraniano quiere decir “¡Cristo ha resucitado!”

Luces en la noche

Antes de esto, al comienzo de su intervención, el papa Francisco evocó que muchos escritores han plasmado la belleza de las noches estrelladas, para contraponer las “noches de la guerra” que “están surcadas por luminosas estelas de muerte”. Ante esto, el pontífice invitó a las mujeres que se encuentran con el Resucitado “para descubrir con ellas la manifestación de la luz de Dios que brilla en las tinieblas del mundo”.

Estas mujeres en la mañana de Pascua, destacó “Ven, escuchan, anuncian”. Y es que, añadió, la “Resurrección no se presenta como una fórmula que hay que comprender, sino como un signo que hay que contemplar”. La Pascua “llega con el don de una esperanza sorprendente. Pero no es fácil acogerla”, advirtió Francisco, porque “a veces —debemos admitirlo— esta esperanza no encuentra espacio en nuestro corazón” por las dudas o el miedo.

“Con mucha frecuencia, miramos la vida y la realidad sin levantar los ojos del suelo; sólo enfocamos el hoy que pasa, sentimos desilusión por el futuro y nos encerramos en nuestras necesidades, nos acomodamos en la cárcel de la apatía, mientras seguimos lamentándonos y pensando que las cosas no cambiarán nunca”, describió el pontífice “la tumba de la resignación y del fatalismo”, en la que “sepultamos la alegría de vivir”. Ante esto, declaró, “esta noche el Señor quiere darnos unos ojos diferentes, encendidos por la esperanza de saber que el miedo, el dolor y la muerte no tendrán la última palabra sobre nosotros. “Levantemos la mirada, quitemos de nuestros ojos el velo de la amargura y la tristeza, y abrámonos a la esperanza de Dios”, exhortó.

Los que sueñan y esperan

Francisco invitó a repetir el anuncio de la Resurrección “cada vez que creemos saber todo sobre Dios, que lo podemos encasillar en nuestros esquemas”, o “cuando lo buscamos sólo en la emoción pasajera o en el momento de la necesidad, para después hacerlo a un lado y olvidarnos de Él en las situaciones y en las decisiones concretas de cada día”; también “cuando pensamos que lo hemos aprisionado en nuestras palabras, fórmulas y costumbres, pero nos olvidamos de buscarlo en los rincones más oscuros de la vida, donde hay alguien que llora, lucha, sufre y espera”.

“No podemos celebrar la Pascua si seguimos quedándonos en la muerte; si permanecemos prisioneros del pasado; si en la vida no tenemos la valentía de dejarnos perdonar por Dios, de cambiar, de terminar con las obras del mal, de decidirnos por Jesús y por su amor; si reducimos la fe a un amuleto, haciendo de Dios un hermoso recuerdo de tiempos pasados, en lugar de descubrirlo como el Dios vivo que hoy quiere transformarnos a nosotros y al mundo”, advirtió el Papa.

Para Bergoglio, “un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua”. “No tengamos miedo de buscarlo también en el rostro de los hermanos, en la historia del que espera y del que sueña, en el dolor del que llora y sufre: ¡Dios está allí!”.

Discípulos misioneros

“La Pascua no acontece para consolar íntimamente al que llora la muerte de Jesús, sino para abrir de par en par los corazones al anuncio extraordinario de la victoria de Dios sobre el mal y sobre la muerte”, prosiguió Francisco. Un mensaje que “no tolera actitudes sedentarias, sino que genera discípulos misioneros”, incluso cuando pueda parecer “una locura”.

“¡Qué hermosa es una Iglesia que corre de esta manera por los caminos del mundo! Sin miedos, sin estrategias ni oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio”, clamó. “A esto somos llamados, a experimentar el encuentro con el Resucitado y a compartirlo con los demás; a correr la piedra del sepulcro, donde con frecuencia hemos encerrado al Señor, para difundir su alegría en el mundo”, señaló.

Francisco pidió a todos: “Resucitemos a Jesús, el Viviente, de los sepulcros donde lo hemos metido, liberémoslo de las formalidades donde a menudo lo hemos encerrado. Despertémonos del sueño de la vida tranquila en la que a veces lo hemos acomodado, para que no moleste ni incomode más. Llevémoslo a la vida cotidiana: con gestos de paz en este tiempo marcado por los horrores de la guerra; con obras de reconciliación en las relaciones rotas y de compasión hacia los necesitados; con acciones de justicia en medio de las desigualdades y de verdad en medio de las mentiras. Y, sobre todo, con obras de amor y de fraternidad”.

Cristo “está vivo y también hoy pasa, transforma y libera. Con Él el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida. Porque con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y, aun en la oscuridad más densa, brilla la estrella de la mañana”, concluyó el Papa.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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