A partir de mañana, se podrá participar en la eucaristía sin mascarilla. Así se desprende del real decreto aprobado este martes por el Consejo de Ministros que modifica la norma vigente sobre el uso del cubrebocas, obligatorio desde hace casi dos años en todos los espacios cerrados.
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Lo cierto es que, al igual que ocurre en el ámbito empresarial, los obispos y sacerdotes no han podido aterrizar la normativa al contexto eclesial al desconocer la letra pequeña, y se habla de una “aplicación gradual” dado el escaso margen de maniobra para su puesta en marcha: menos de 24 horas entre su aprobación en el Consejo de Ministros y la aparición en el Boletín Oficial del Estado para su inmediata aplicación.
¿A falta de un decreto?
Y es que, para oficializar el fin de las mascarillas en los templos, en principio faltaría que se emitiera un decreto en cada una de las 70 diócesis españolas, pero en la práctica se da por hecho que se aplicará la normativa gubernamental para espacios interiores una vez que se publique en el Boletín Oficial del Estado.
Como viene siendo habitual en toda la desescalada, la Conferencia Episcopal Española ha dejado en manos de las diócesis, como Moncloa con las autonomías, la aplicación de la nueva decisión supervisada por las autoridades sanitarias.
Evaluación del riesgo
Se da por hecho, que los fieles no tendrán que llevar mascarilla durante la eucaristía, pero tampoco el sacerdote. Sin embargo, quedaría por determinar si el celebrante y el feligrés deberán llevarla o no en el momento de la comunión, en tanto que no se respetaría ese metro y medio de distancia social. Esta acotación iría pareja a los consejos dados por la ministra de Sanidad, Carolina Darias, que considera que “no resultará obligatoria con carácter general” en ningún espacio interior, atendiendo a “la evaluación del riesgo” del lugar.
En manos de los obispos también estará decidir si se acaban con otras restricciones vinculadas a las celebraciones litúrgicas durante este tiempo de pandemia, pero también con las referidas a la piedad popular. Por ejemplo, en algunos obispados todavía no se ha especificado se sigue limitado el saludo de la paz durante la misa para evitar todo contacto físico que pudiera contagiar el coronavirus. De la misma manera, los besamanos a las imágenes también se han restringido hasta ahora, así como la adoración del Viernes Santo en la Cruz. En otras diócesis, como Madrid, desde mediados de marzo se recuperó plenamente la liturgia previa a la pandemia.
Responsabilidad y sentido común
En cualquier caso, fuentes eclesiales consultadas por ‘Vida Nueva’ apelan a “la responsabilidad y al sentido común” tanto de los pastores como de los feligreses a la hora de retirarse las mascarillas, sobre todo, teniendo en cuenta que tanto en las celebraciones litúrgicas como en la actividad pastoral y caritativa de la Iglesia se está en permanente contacto con colectivos vulnerables.
Y es que, aunque las mascarillas dejen de ser obligatorias en espacios interiores, se recomienda su uso a inmunodeprimidos, mayores de 65, enfermos con patologías de riesgo o embarazadas.