Que las provincias no sepan articular grupos tan grandes y tan diferentes, roces cotidianos, la autoridad… Estos son algunos de los problemas que, tal como ha señalado el jesuita del equipo de vida consagrada y sacerdotal de la Unidad Clínica de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas durante su intervención en la 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa de los misioneros claretianos.
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“La perfecta comunión con uno mismo es difícil”, ha señalado. “Tenemos que aceptar que no somos pura elección libre, que no todo lo que vivimos me lo explico o lo explico de una forma lúcida y racional porque puede haber ahí un mundo emocional que me mueve más de lo que yo creía”. De esta manera, si “acepto que hay una memoria inconsciente dentro de mí por todas las historias pasadas. Hay ambivalencia en nuestra relación humana”.
Conocerse mejor
“Entonces”, se ha preguntado, “¿por qué son difíciles las relaciones con los demás?“. Y la respuesta es que “si yo, que no me conozco del todo, me pongo en comunicación con otro que tampoco se conoce, lo normal es que no haya una total y fluida comunicación”.
“El inconsciente funciona en las relaciones“, ha recordado. “Tenemos escaso conocimiento de nuestras motivaciones profundas, y por eso no las podemos integrar bien con nuestros ideales vocacionales”. Por ello “no nos comunicamos bien porque lo hacemos de modo consciente e inconsciente. De modo que esperamos cosas que nos frustran porque no obtenemos. A veces agredimos sin saberlo, hacemos daño…” y, ante esto, lo que se puede hacer es “conocerse un poco mejor para ser conscientes de por qué nos afectan y cómo las cosas”.