El cardenal Miguel Ángel Ayuso tiene claro que “en un clima social deteriorado, cualquier gesto que contribuya a la paz debe ser bienvenido”. Con estas palabras, el purpurado comboniano inició su alocución a los participantes de la 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.
El presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso compartió una ponencia centrada precisamente en las relaciones interconfesionales ante los presentes en el auditorio Amor de Dios de Madrid, pero también para los más de 2.000 conectados a través de redes.
Ayuso ensalzó “la cultura del encuentro” promovida por Francisco como “una clave interpretativa de la propuesta para los cristianos, pero también para la humanidad”.
“Es el momento de comenzar a construir algo nuevo, un trabajo arduo, duro y paciente en que cada uno de nosotros tenemos mucho que aportar para lograr un hondo sentido de fraternidad”, defendió como artífice de la firma del Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, firmada por el Papa y el Gran Imán de Al-Azhar.
Para el purpurado sevillano, esta apuesta “requiere algo más que una visión política, económica o ecológica: vivir desde lo más profundo y ojos que puedan ver a los demás como si fuéramos nosotros mismos”. “El virus nos ha recordado que no podemos sobrevivir el uno sin el otro”, reflexionó.
“Hemos llegado al desafío del diálogo de la amistad entre las religiones”, apuntó el cardenal, con un reto para la Iglesia: “Tenemos que convencernos de que la fraternidad es siempre posible, a todo nivel y en toda situación”. Eso sí, alertó de que “no se puede dialogar en la ambigüedad: quien reza de manera distinta no es un enemigo”.
Así, defendió una “fructuosa relación” entre las diferentes confesiones “porque todos somos miembros de la única familia humana y, como tales, tenemos los mismos derechos y deberes”. “Para dialogar no partimos de la nada”, suscribió. “No decimos que todas las religiones sean iguales, pero sí que todos los creyentes y todos los hombres tienen igual dignidad”, matizó.