“Las crisis muchas veces nos hacen humildes, porque nos despojan de la idea de estar bien, de ser mejores que los demás”, ha recordado Francisco
Durante el Regina Coeli de este domingo, último día de la Octava de Pascua, el papa Francisco ha hablado a los fieles congregados en la plaza de San Pedro sobre el Evangelio de hoy, en el que Jesús se presenta a los discípulos y Tomás duda de que realmente sea Él.
“También nosotros, como aquel discípulo, a veces luchamos: ¿cómo crees que Jesús ha resucitado? ¿Quién nos acompaña y es el Señor de nuestra vida sin haberlo visto, sin haberlo tocado? ¿Cómo crees esto? ¿Por qué el Señor no nos da algunos signos más evidentes de su presencia y amor?”, ha dicho el Papa.
“Pero no tenemos que avergonzarnos de esto”, ha continuado, porque “al contarnos la historia de Tomás, el Evangelio nos dice que el Señor no busca cristianos perfectos“. De hecho, Francisco ha señalado que tiene “miedo cuando veo algún cristiano o alguna asociación de cristianos que se creen perfectos”, porque “el Señor no busca cristianos que nunca duden y siempre hagan alarde de una fe segura. Cuando un cristiano es así, algo anda mal”.
Y es que “la aventura de la fe”, ha dicho el Papa, “como para Tomás, está hecha de luces y sombras. Si no, ¿qué fe sería esa? Conoce momentos de consuelo, entusiasmo y entusiasmo, pero también de cansancio, desconcierto, dudas y oscuridad”.
Por este motivo “el Evangelio nos muestra la crisis de Tomás, para decirnos que no debemos temer las crisis de la vida y de la fe”, ya que “las crisis no son un pecado, son un viaje, no debemos temerles”. Tanto es así, que “muchas veces nos hacen humildes, porque nos despojan de la idea de estar bien, de ser mejores que los demás”. Del mismo modo, “las crisis nos ayudan a reconocernos en la necesidad: reavivan la necesidad de Dios y nos permiten así volver al Señor, tocar sus llagas, volver a experimentar su amor, como la primera vez. Queridos hermanos y hermanas, es mejor una fe imperfecta pero humilde, que siempre vuelve a Jesús, que una fe fuerte pero presuntuosa, que nos hace orgullosos y arrogantes”.
Finalmente, el Papa ha recordado la otra parte de este Evangelio: que Jesús “siempre vuelve, no se cansa de nosotros, no tiene miedo de nuestras crisis, de nuestras debilidades”. Además, no lo hace “con signos poderosos que nos harían sentir pequeños e inadecuados, incluso avergonzados, sino que vuelve mostrándonos sus heridas, signos de su amor que se ha casado con nuestras fragilidades”.
“Hermanos y hermanas, especialmente cuando experimentamos cansancio o momentos de crisis, Jesús, el Resucitado, quiere volver a estar con nosotros. Solo espera que lo busquemos, lo invoquemos, mientras nosotros, como Tomás, protestamos, llevándole nuestras necesidades y nuestra incredulidad”, ha aseverado Francisco.