Si eres sacerdote secular, con experiencia como párroco y vicario general de una diócesis y naciste a finales de los 60, puede que el nuncio te haya incluido en algunas de las ternas que maneja para la docena de nombramientos episcopales que tendrá que preparar en breve. Menos papeletas tienes si perteneces a una congregación religiosa –da igual provincial, general o responsable de una empresa eclesial–, has tenido experiencia misionera o has ostentado alguna responsabilidad en pastoral social. No cotizas.
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Al menos así se desprende del análisis del perfil de los nueve nuevos obispos que han sido nombrados por Roma tras los correspondientes informes y ternas planteadas desde que el nuncio filipino aterrizara en octubre de 2019. En estos dos años y medio ha reclutado a nueve presbíteros para entregarles una mitra, además de los 18 traslados y ‘ascensos’ de obispos a arzobispos.
De los nueve báculos de estreno, cinco están ya al frente de un obispado –Fernando García Cadiñanos, Mondoñedo-Ferrol; José Antonio Satué, Teruel y Albarracín; Vicente Ribas Prats, Ibiza y Formentera; Jesús Pulido, Coria-Cáceres; Fernando Valera, Zamora–, mientras los otros cuatro han sido designados como auxiliares: Javier Vilanova, Barcelona; Francisco Prieto, Santiago; Francisco César García Magán, Toledo; y Cristóbal Déniz, Canarias.
En cualquier caso, todos hombres de futuro de la Iglesia española, con una media de edad de 55 años, es decir, con 20 años por delante antes de la preceptiva jubilación marcada por la Santa Sede. Al ahondar en su perfil académico, solo uno de ellos ha estudiado fuera de una universidad eclesiástica una licenciatura civil –filosofía–, amén de otro de ellos que cuenta con un grado de formación profesional de administrativo. En cuanto a sus estudios de teología, las ramas varían desde la Dogmática a la Moral, pasando por la Sagrada Escritura, el Derecho Canónico y la Teología Espiritual.
Vinculados a seminarios
Tampoco acumulan los nuevos obispos de la era Auza experiencia profesional más allá de su ministerio ordenado, en tanto que todos llegaron al seminario, al menos de lo que se desprende de su currículum oficial, sin haber recalado en el mercado laboral por un tiempo razonable.
En lo que a su trayectoria eclesial se refiere, cinco de los nueve han sido vicarios a las órdenes directas de su obispo, de lo que se deduce cierta capacidad de coordinación de la estructura del obispado y la gestión tanto del patrimonio, así como de las personas. O lo que es lo mismo, han ejercido de ‘primer ministro’ del prelado correspondiente peinándose la diócesis a golpe de animar celebraciones, presidir confirmaciones, acompañar a sacerdotes y religiosos, afrontar problemas financieros, abordar la crisis de los abusos…
En paralelo, los informes de la Nunciatura también parecen valorar su vinculación a los seminarios diocesanos, en tanto que cinco de los nueve también han asumido algún tipo de responsabilidad en los centros de formación, mayores o menores, bien como rectores, directores espirituales y docentes. O lo que es lo mismo, tanto en Madrid como en Roma se pone el ojo en aquellos que velan por el futuro de las vocaciones sacerdotales.