A casi un mes de la edición 27 del Congreso Interamericano de Educación Católica, Vida Nueva ha conversado con el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) y director espiritual de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), organizadora de este evento.
Sobre los desafíos de la educación en el continente, el purpurado ha afirmado que ante la actual crisis económica postpandemia “agravada también por la agresión de Rusia a Ucrania” complica más el panorama de los países latinoamericanos y, por consiguiente, la educación sale cada vez más pagando los platos rotos”.
PREGUNTA.- ¿Cómo ve usted el estatus de la educación católica en América Latina y a propósito del 27 Congreso Internacional que se realizará en México a través de la CIEC?
RESPUESTA.- “En primer lugar, tengo que agradecer el trabajo de la CIEC, es un trabajo incansable y quiero agradecer especialmente a mi tocayo Óscar Pérez Sayago que es un motor atípico e incansable que ha venido animando todos los procesos.
Sin duda, nadie puede ocultar la enorme crisis en parte por el Covid-19. Hemos quedado por más de 2 años encerrados. Eso se suma que en algunos lugares hemos tenido, como aquí en mi país, dos tormentas tropicales que destruyeron cantidad de escuelas, otras escuelas que por falta de mantenimiento están sumamente deterioradas.
En muchos lugares, no se retribuyen a tiempo a los educadores y a algunos se les van acumulando salario que no les han pagado por varios meses, lo cual es una enorme injusticia y entonces esto hace que la educación desde ese punto de vista esté muy dañada.
Por eso yo veo que este Congreso tiene un horizonte nuevo y entonces más que lamentarnos y mirar para atrás, los educadores pueden superar obstáculos con la creatividad y la vocación de servicio.
Por ejemplo, aquí en Honduras conozco el testimonio de una escuela que fue modelo durante la pandemia, en una aldea muy pobre; nunca suspendieron clases, para ello utilizaron el espacio libre, aplicaron medidas de bioseguridad, promovieron la vacunación cuando estuvo disponible.
Por tanto, la educación tiene un papel importantísimo y la pobreza o la carencia de medios no es una excusa para decir que estamos paralíticos; además en el Evangelio encontramos cantidad de curación de paralíticos de tal manera que podemos venir al señor Jesús, el maestro por excelencia, que nos ayude en este Congreso de la CIEC a superar muchas parálisis”.
P.- A propósito de esto, ¿cómo incidir desde el pacto educativo global con los gobiernos para acortar estas brechas digitales?
R.- “No esperemos todo del Gobierno, eso sí sería sentarnos a esperar que llueva de nuevo el maná. Vamos viendo la inestabilidad política, la ideologización queriendo importar modelos que ya están gastados completamente, que no producen ningún fruto y entonces para mí el camino es el la solidaridad de toda la población.
El Gobierno ojalá que gobierne bien, es lo suyo, pero no pensemos que va a ser el Papá Noel que traerá de las nubes recursos que no los hay, todavía cuando la mayoría de las economías de nuestra América Latina viven con deudas.
De tal manera yo veo un gran horizonte en el poder motivar la solidaridad de los que más tienen, de hecho, ya vemos algunos resultados de empresas, por ejemplo, se se dedican a algunos programas de becas para estudiantes. Esto me parece que es un área que se debe explorar.
No esperemos de los gobiernos mayor cosa, pero sí de la solidaridad nacional e internacional sabiendo que el camino para salir de la pobreza es la educación”.
P.- Usted menciona que la agresión de Rusia a Ucrania está afectando al mundo, este conflicto nos hace retroceder 50 años, ¿al respecto en qué está fallando la educación tras volver a la barbarie?
R.- “Efectivamente cuando hemos reducido la educación a contenidos intelectuales, le aseguró que todos los que toman decisiones equivocadas en esos conflictos bélicos no llevan nada en el corazón.
La educación no es llenar simplemente la cabeza de ideas, es que esas ideas pasen al corazón para que nos lleven actuar y esto es lo que se ha fallado.
Hay gente con muchos doctorados, pero sin una pizca de humanidad; entonces es uno de los puntos también que a mi juicio deben abordarse en este nuevo Congreso, es cómo hacer para que la educación intelectualista pase a ser una educación humanista.
Hoy en día nadie quiere pensar, muchos prefieren que piensen por ellos; por ejemplo, las llamadas redes sociales que muchas veces y –perdón por lo que voy a decir– pero por lo menos aquí en mi país por un tiempo se habrían convertido en redes fecales, solo para sacar escándalos, o para sacar cosas nada edificantes basadas en el morbo y en estar estimulando bajezas. Eso se vuelve más bien una tiranía.
Tenemos que humanizar esta humanidad que está deshumanizada. ¿Qué hay más inhumano y deshumano que una guerra? ¿Qué es lo que nos están dando los medios a conocer de la pobre Ucrania? ¿Cómo es posible que la voluntad de una sola persona esté inundando de misiles y matando y destruyendo? Eso es deshumanización.
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