Hace tiempo que la novela juvenil –y también la infantil– abandonó los temas fáciles, los temas edulcorados, los temas burbuja, y apostó por exponer a los lectores asuntos más reales, más palpables, más cotidianos. Los Premios SM –Gran Angular y El Barco de Vapor– han sido ejemplares. Más de cuarenta años después de que Consuelo Armijo y Jordi Sierra i Fabra fueran los primeros premiados, de nuevo exhiben el compromiso por la educación, los valores, la visión crítica, la esperanza. Otra vez, unos premios valientes.
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Ginés Sánchez Muñoz (Murcia, 1967), con ‘El mar detrás’, se ha impuesto en la 44ª edición del Gran Angular, una novela comprometida que da voz a un grupo de adolescentes –Isata, Dibra, Wole– de un campo de refugiados. “Soy un recién llegado –explica– a la literatura juvenil, pero, desde mi punto de vista, creo que de todos los problemas se puede hablar con todo el mundo y no debemos infantilizar a los jóvenes. De hecho, creo que es muy positivo que tengan derecho a ver los problemas del mundo tal y como son y que si de alguna forma, al acercarse a la literatura, no les ofrecemos estos temas, de un modo les estamos decepcionando”.
Ginés Sánchez señala cómo El mar detrás “es algo semejante a un ejercicio de empatía hacia las personas que viven en los campos de refugiados”. Al drama, a los niños sin voz, a los adolescentes rotos, sobrepone un testimonio de amistad y de superación. “Creo que hay básicamente dos lecturas en conjunto –añade el autor–. La primera es que nunca dejes atrás a tus amigos; ellos siempre están ahí y tienes que cuidarlos, protegerlos, verlos, y si un amigo desaparece o tiene un problema, no hay que dejarlo atrás. El otro es el concepto de no te conformes con lo que la vida te ha puesto delante; sigue caminando, sigue luchando, porque existe siempre una posibilidad de mejorar. Tienes que seguir peleando, tienes que seguir luchando. Eso es lo que les pasa a mis personajes”.
Búsqueda de identidad
La búsqueda, la solidaridad, la amistad también están en ‘Jack Mullet de los Siete Mares’, la “novela exuberante”, según el jurado, con la que Cristina Fernández Valls (Soria, 1983) ha obtenido el Premio Barco de Vapor, también en su 44ª edición. Y una novela con la que sortea todo lo previsible. “Quise romper las expectativas –afirma su autora–. Si imaginamos un personaje que se llama Jack y es pirata, pensamos en un niño; y yo dije, pues no: es una niña. Algo parecido pasó con las sirenas: en la mitología clásica tienen cuerpo de mujer, pero ¿por qué no podíamos tener un sireno? Traté de crear una historia que ofreciera nuevas lecturas, más adaptadas a la sociedad en la que vivimos”.
Y así da la vuelta a los géneros. “Lo que pretendía era más bien abrirlos –prosigue–. En vez de coger los modelos de siempre, ¿por qué no los abrimos y vemos qué sucede? Quizá los niños que interactúen con mis personajes, con Jack, con Kraken, con Oliver, con Helecho, aprendan a ser realmente ellos y no como les dicen que tienen que ser. Tenemos una historia un poco más diferente, pero un poco más real”. Una historia de búsqueda de identidad, que también da la vuelta al cuento clásico. “Desde el principio, quise crear una aventura divertida, pero, dentro de ese marco, me pareció importante reflexionar sobre los valores de la épica. Jack habla mucho de morir por honor, ser valiente y no llorar. Quizá lo valiente sea vivir de manera honrada y aceptar las emociones que sentimos”, advierte.