Lo grave no es simplemente el descenso de los nacimientos, sino la gran brecha entre el número de hijos deseados y el número de hijos que se traen al mundo. “La gente quiere hijos, pero hay un problema serio en cuanto a las condiciones para tenerlos”. Es lo que piensa sobre el invierno demográfico Linda Laura Sabbadini, directora central del ISTAT, el Instituto Nacional de Estadística de Italia. La explicación es de largo recorrido.
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“Italia es un país con una fertilidad baja permanente. Y fue algo que los investigadores veían claro. El problema es que nadie pensó en una estrategia adecuada para remediarlo”. Sabbadini lo explica con números: “Para un equilibrio demográfico, deberíamos tener un promedio de 2,1 hijos por mujer. A finales de los setenta terminamos por debajo de dos, para caer por debajo de 1,5 a mediados de los ochenta y nunca volver a remontar. Al principio se reflejó en los grupos de edad más jóvenes, pero, al hacerse permanente, también ha impactado en la población en edad de trabajar. Y a medida que esta población disminuye, crece la edad de 65 años o más, la generación del baby boom. En los 60, teníamos una tasa de natalidad de un millón por año, mientras que ahora no llegamos a los 400.000 nacimientos”.
Así, el número de madres potenciales se reduce drásticamente: “Un millón de hijos, 25 años después, dan una generación de mujeres que equivale a 500.000; 400 mil niños, aportan 200.000”. Para que naciera el mismo número de hijos, las mujeres deberían tener más hijos que las generaciones que tuvieron hijos en 1960, algo que no es realista.
A este cuello de botella se suma la distancia entre el deseo y su cumplimiento. “El número deseado de niños en promedio se mantiene estable en 2 en todas las investigaciones”. Aquí aparecen las dificultades: “Nunca hemos contado con políticas que hagan posible la realización de este deseo. Somos un país que ha desalentado mucho la maternidad, en el que tener un hijo se castiga. La tasa de empleo femenino se desploma cuando nacen los hijos, porque una de cada cinco mujeres se ve obligada a dejar su trabajo. O existe una red familiar, unos abuelos, o ante la imposibilidad de criar a sus hijos, se ven obligadas a penalizarse o con un trabajo a media jornada, o incluso renunciando a su trabajo”, dice la directora del ISTAT.
Invertir en calidad de vida
Porque faltan servicios locales. “La ley que estableció las guarderías públicas en 1971 no se implementó. Hoy solo el 23 por ciento de los niños van a las guarderías públicas. Las familias no pueden acceder a ese servicio. También se desoyó al Consejo Europeo de Lisboa de 2000, que fijó un objetivo del 33 por ciento para 2010, además del 60 por ciento de tasa de empleo femenino. Doce años después, estamos diez puntos por debajo en ambos casos”.
El punto sigue siendo la falta de infraestructuras: “En Italia la política nunca se ha preocupado por poner en marcha una estrategia. Se hacen leyes y no se aplican: la del 71 sobre guarderías, pero también la 328 del 2000 sobre la asistencia a los ancianos y discapacitados, atención que recae en gran medida en las mujeres. Y la inversión en políticas de asistencia a discapacitados y mayores es una cuarta parte de la de Alemania. Sí, es una inversión, una inversión en calidad de vida. Para nosotros, por el contrario, las políticas sociales se consideran costes”.
Para superar el invierno demográfico, se necesita un proceso de redistribución. “Así como hablamos de redistribución del ingreso para combatir las desigualdades de carácter económico, debemos tener una redistribución de las horas de trabajo familiar no remunerado en la pareja y en la sociedad. Necesitamos un reparto diferente de las responsabilidades parentales en la pareja y la conciliación de la vida social a través de los servicios”.
Cuestión de derechos
Es una cuestión de derechos. “Derechos de los niños, porque los niños que no van a la guardería suelen ser los más pobres y se les priva de una herramienta fundamental para un buen recorrido escolar. Derechos de la mujer. Derechos de las personas mayores y discapacitadas”. Y esto es un círculo vicioso. “El enfoque económico que considera lo referente a la calidad de vida como algo secundario y puro gasto, provoca tasas de empleo femenino aún más bajas, porque genera menos servicios donde habitualmente se emplea a mujeres. Es una reacción en cadena negativa porque, por un lado, se sobrecarga a las mujeres con trabajo no remunerado y, por otro lado, no se crean puestos de trabajo para los que muchas de ellas están capacitadas. Comparado con países como Francia y Alemania, tenemos un menor porcentaje de mujeres empleadas en la administración pública, sanidad y asistencia, porque hemos invertido menos en servicios, 5 puntos menos que la media europea”.
Pero algo se está moviendo. “El Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia está invirtiendo un poco más en ello, aunque no tanto como sería necesario. Nos marcamos el objetivo del 33% para guarderías dentro de cuatro años, el mismo que nos dio la UE para 2010… Es un paso adelante, pero debemos ser conscientes de que será muy poco”.
Políticas sociales
La asignación única por hijos ayuda, pero no es suficiente. “Es una herramienta útil para apoyar el gasto en los hijos. Debemos fijarnos en la experiencia de Francia que se cifra en una combinación de una política fuerte de ayudas por hijo y una política que se centra en la responsabilidad de los padres, el desarrollo de infraestructuras sociales y la conciliación de la vida personal y laboral. El cheque solo no es suficiente”.
Sobre las responsabilidades compartidas de los padres, el camino es largo. “En las parejas de padres empleados, el 67 por ciento del trabajo no remunerado recae en las mujeres. A finales de los ochenta estábamos en el 80 por ciento. Es un proceso que ha ido muy lento y no tanto porque hayan aumentado los hombres, sino porque han sido las mujeres las que han retirado del mercado laboral porque ya no podían más. Necesitamos dar de una vez por todas la misma dignidad a las políticas sociales que a las económicas. Nunca se ha hecho en nuestro país”.
*Reportaje original publicado en el número de abril de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva