‘La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo’, es la instrucción que el Vaticano ha publicado hace un mes y que espera trazar la senda del mutuo entendimiento entre las instituciones educativas que se dicen católicas. Con un cuerpo normativo considerable se afrontan los retos que viven los colegios vinculados a las congregaciones religiosas, grupos de fieles laicos y el rol del obispo a la hora de establecer los mínimos que hacen que una escuela sea realmente católica. Pedro Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, conoce bien las implicaciones que la instrucción puede tener en la realidad española y comparte sus reflexiones con ‘Vida Nueva’.
PREGUNTA- El papa Francisco vincula siempre la educación con el encuentro. ¿Cuál es el punto de encuentro de cualquier tipo de escuela de inspiración cristiana? ¿Qué elementos de los que señala la Instrucción como propios de la educación resultan un desafío en nuestro contexto?
RESPUESTA- En una escuela de inspiración cristiana, el punto de encuentro debe ser siempre el Evangelio, no en sentido restrictivo, sino en cuanto Buena Noticia que desde la tarea educativa se comparte con todos, al interior y más allá de la comunidad educativa. Todos los elementos señalados por la Instrucción son un desafío, por eso están ahí puestos, porque no debemos olvidar la dimensión carismática de la escuela católica, su ser en salida, ni su capacidad para generar desarrollo y futuro. La condición efímera de la vida afecta a veces a nuestras proyecciones educativas, y acabamos resolviendo situaciones a corto plazo, cuando la educación, por sí misma, es una siembra siempre a largo plazo.
P.- ¿Qué desafío lanza esta Instrucción vaticana?
R.- El principal desafío es la reflexión sobre la identidad, nunca terminada y siempre en camino. La educación de inspiración católica no solo debe ser punto de encuentro, sino también espacio para el encuentro. En primer lugar de todas las entidades que en su entorno y dentro de ella evangelizan, en segundo lugar de la sociedad misma. Necesitamos renovar las relaciones en ambos espacios de evangelización, porque la tendencia es a crear bunkeres en nuestras propuestas y ofertas educativas, en lugar de construir juntos.
P.- El texto apuesta por una mayor relación entre escuelas y diócesis, ¿cuál es el primer paso? ¿En qué foros se podría dar esta relación? ¿Cómo favorecer esta relación?
R.- Hay foros creados, al menos en nuestro país, aunque no funcionan adecuadamente. Necesitamos dar pasos de integración y de diálogo. La pastoral de relaciones a la que nos llama el papa Francisco tiene que ver con la construcción de espacios de horizontalidad, de redarquías que generen confianza, no con espacios jerárquicos y de control. Es importante y necesario el reconocimiento mutuo de que estamos en la misma tarea evangelizadora.
P.- ¿Qué pueden aportar las entidades titulares de los centros? ¿Y las diócesis?
R.- Lo más importante a aportar por todos es la voluntad de encontrarse y reconocerse. No es solo compartir recursos o información, eso lo podemos conocer por otros medios. Es, sobre todo, dialogar en la búsqueda, proyectar juntos. Las entidades titulares, que también son las diócesis en muchos casos, son las responsables de mantener esta misión imprescindible de la Iglesia, hace cada vez más falta el apoyo mutuo ante las dificultades, el acompañamiento del personal, la atención a los alumnos y familias, el cuidado de todos los procesos educativo-pastorales. Esto no se consigue si nos mantenemos en la idea de dar lecciones a los demás, sino en la colaboración y el reconocimiento.
P.- ¿Qué posibilidades abre esta instrucción de cara a los colegios que dejan las congregaciones, como titulares, y encomiendan a fundaciones canónicas o civiles?
R.- Hay que señalar una distinción en esta pregunta. Hay congregaciones y diócesis que ceden la titularidad a fundaciones que han creado y promovido ellas mismas, son una extensión de las mismas y, por tanto, no hay ruptura en cuanto al mantenimiento de la misión, entre otras cosas porque esas fundaciones tienen como objetivo principal garantizar el carácter propio y la identidad de los centros educativos, además de aportar un modelo de gestión que promueva la sostenibilidad carismática, en todos los sentidos. Desde Escuelas Católicas estamos haciendo un gran esfuerzo por acompañar estos procesos, y todas las entidades también llevan adelante un interesante camino de formación y de misión compartida.
Otro caso es el de aquellas entidades que, por diferentes motivos, no siempre son simples, han cedido la titularidad de los centros a fundaciones o instituciones que no tienen un carácter católico. En estas situaciones, más que posibilidades la Instrucción procura que se garantice la continuidad del ideario católico del centro, algo que no siempre se puede dar y que está creando mucha confusión. Tal vez, a la Instrucción le falta un poco de información real sobre estos casos, hay entidades titulares de centros católicos que echan en falta el interés y acompañamiento de las diócesis antes de que lleguen las decisiones difíciles.
P.- ¿Cómo conciliar las legislaciones civiles con las implicaciones que tiene trabajar en una escuela católica?
R.- Ciertamente, hay normativas que están afectando a la sostenibilidad económica de los centros, en el último año ha habido un aumento de salarios en personal de enseñanzas no concertadas, de administración y de servicios; por contra, el módulo de concierto en otros gastos ordinarios prácticamente no se mueve. Hay preocupación por estos asuntos porque muchos centros están en una situación compleja y de dificultad. Por otro lado, ninguna norma dificulta que la escuela católica mantenga su misión propia, más allá de que si el centro tiene que cerrar por problemas de viabilidad económica estaremos hablando de un colegio católico menos. El artículo 27 de la Constitución garantiza la libertad de creación de centros y de ideario, y la Constitución es la norma máxima del Estado.
P.- ¿Qué oportunidades abre esta Instrucción para afrontar desafíos comunes a nivel eclesial? ¿Cómo generar espacios de reconocimiento de la diversidad que aportan los diferentes carismas? ¿Qué facilitaría el conocimiento y la confianza mutua entre la diócesis y las entidades titulares de las escuelas católicas?
R.- No se conoce un centro ni una institución con una visita, ni tampoco pidiendo informes o controlando la administración. El camino sinodal al que estamos invitados por el papa Francisco nos llama al encuentro, al reconocimiento y la confianza mutua, al diálogo, a la convivencia. Aún nos falta mucho camino por recorrer en estos desafíos, por ambos lados. En realidad, los medios existen, pero no se les da el desarrollo necesario. Cuando hablamos de educación católica nos quedamos en el número de centros, en la gran cantidad de alumnos y docentes que los forman, incluso en reivindicaciones para que se reconozca su valor como servicio a la comunidad, pero dejamos para otro día hablar de misión, de formación, de acompañamiento, de educación.