La Conferencia Episcopal y más de 1.000 sacerdotes ven en riesgo la democracia y piden apoyar a la progresista Leni Robredo
Si la presidencia de Rodrigo Duterte ha sido un tiempo convulso para buena parte de la sociedad en Filipinas, denunciando la Iglesia sus prácticas autoritarias y populistas (su supuesta guerra abierta contra el narcotráfico se ha llevado por delante muchas vidas inocentes bajo acusaciones falsas), la comunidad cristiana eleva un enérgico SOS de cara a las elecciones presidenciales de este 9 de mayo, en las que se enfrentan Ferdinand ‘Bongbong’ Marcos, hijo del fallecido dictador Ferdinand Marcos, quien, entre 1965 y 1986 marcó la página más negra de la historia contemporánea del país asiático, y la progresista Leni Robredo, vicepresidenta desde 2016, cuando se impuso en las elecciones vicepresidenciales al propio Marcos.
Hasta tal punto llega la preocupación eclesial que más de 1.000 sacerdotes han hecho público un manifiesto en el que llaman a respaldar en las urnas a Robredo. Y todo con tal de evitar a toda costa a un Marcos en el poder. En dicho mensaje, los pastores alertan de que “nuestro país está en peligro de ser gobernado por aquellos que infligieron sufrimiento. (…) ¿Seremos tan crédulos como para creernos sus falsas sonrisas, palabras y promesas?”. Además, para que no se diversifique el voto ante un Marcos que en los sondeos supera el 50% de los apoyos, dejan claro que, “de todas las candidaturas que pueden evitar la vuelta de los Marcos al poder, ninguna supera el potencial” de la encabezada por Robredo.
En esta misma línea ha ido la Conferencia Episcopal, que, en otro comunicado, pide edificar “el bien común” sin ceder “al odio”, buscando “la verdad para hacer lo correcto y evitar el mal”. En este sentido, recuerdan que la democracia debe asentarse en la transparencia. Lo que no ven que ocurra por parte de un populismo, el de Marcos, que se vale de “granjas de trolls que siembran el virus de la mentira” y dejan un rastro manchado por “la manipulación, el encubrimiento, la represión, el abuso de la verdad, el revisionismo histórico (la distorsión de la historia o su negación), la proliferación de noticias falsas y la desinformación”. Todo “con el fin de influir en la opinión de la gente para ocultar la verdad, difamar y chantajear a las personas”.
Frente a esta “pandemia de la mentira”, los obispos enfatizan que “no estamos a favor de otra cosa que no sea la verdad” y, por eso mismo, hacen un ejercicio de memoria histórica y advierten contra “las distorsiones radicales en la historia de la Ley Marcial” impulsada por Marcos para sostener su dictadura sangrienta.
En este mismo ejercicio de mirada histórica, la Conferencia Episcopal recuerda su propio papel en “la Revolución del Poder Popular” de 1986, cuando la voz de los obispos fue un fuerte desencadenante de la crisis que llevó al fin de la dictadura. Concretamente, fue con una declaración en la que denunciaron el pucherazo en las elecciones de ese 13 de febrero, señalando “la compra generalizada y masiva de votos, la manipulación deliberada de los resultados electorales, la intimidación, el acoso, el terrorismo y el asesinato”.
Entonces, lamentaron que “un Gobierno que asume o retiene el poder por medios fraudulentos no tiene ninguna base moral”. Actuando “no con violencia, sino por medios pacíficos”, se trató, frente a la imagen distorsionada que hoy promueve el movimiento de Marcos, de “un fruto del amor al prójimo y de la fe”.
Hoy, esperan que esa misma “revolución pacífica” cale y Filipinas sea capaz de huir del autoritarismo populista. Si no, temen, los tiempos oscuros pueden regresar: “Muchos de nosotros, obispos, fuimos testigos de la injusticia y la crueldad de la Ley Marcial. Los abusos contra los derechos humanos, las víctimas, la corrupción, la grave deuda y el deterioro económico del país debido a la dictadura están bien documentados. No nos lo hemos inventado”.
Representativa del sentir eclesial contra los Marcos es la posición de Ángel Calvo, misionero claretiano español que lleva 52 años en Filipinas, estando actualmente en Zamboanga. En breve conversación con Vida Nueva, lamenta no poder votar por ser extranjero, aunque se felicita por el valiente paso adelante de la Iglesia local: “Está toda ella con Leni Robredo, que ha sido y es miembro de la Iglesia, apoyándola desde que su marido falleció en un accidente de avión cuando volaba en un viaje organizado por el Gobierno… ¡Gracias a Dios la Iglesia ha optado por Leni Robredo!”.