Liberado del secreto pontificio, el purpurado defenestrado apunta a la autorización directa del Papa ante algunas de las operaciones por las que es acusado
“Todas las acusaciones son infundadas”. Así de rotundo se ha mostrado en el estrado el destituido cardenal Angelo Becciu, uno de los diez acusados en el juicio sobre las finanzas de la Secretaría de Estado. El purpurado se ha sometido a las preguntas del Promotor de Justicia, la fiscalía vaticana que ha dirigido la operación, tras haber sido dispensado del secreto pontificio por el papa Francisco.
En su declaración inicial –de dos horas y media–, como ya habría hecho en el pasado en una rueda de prensa, Becciu mostró su “absoluta inocencia” de todas las acusaciones y lamentó haber sido expuesto a una “picota pública de proporciones mundiales”. Rechazó el trato de favor con sus familiares a través de fondos de Cáritas Cerdeña y defendió la labor social de su hermano. “Fui salpicado por las portadas de los periódicos de todo el mundo; privado de todo cargo eclesiástico; relegado a los márgenes de la Curia y de la Iglesia”, señaló el prelado como consecuencia del envío de 125.000 euros del Óbolo de San Pedro a su diócesis de origen, explicando su renuncia al cargo de prefecto.
Para Becciu, las acusaciones de malversación por inversiones con los fondos de la Secretaría de Estado son “infames”. “Habría abusado de mis poderes para enriquecer a personas sustancialmente desconocidas para mí”, señaló. También destacó la competencia, aunque denunció la ambición de llegar a ser nuncio que tenía Alberto Perlasca, entonces jefe de la oficina administrativa de la Secretaría de Estado y testigo clave de la fiscalía. El excardenal relató cómo se fue distanciando la relación y los movimientos extraños que había hecho el oficial para desmarcarse de los escándalos sucedidos en la Secretaría de Estado.
Otro de los personajes que entran en relación con Becciu es Cecilia Marogna, la apodada ‘dama del cardenal’, que –aunque sin formación– ofreció servicios de inteligencia para el Vaticano en la liberación de religiosos secuestrados en terrenos hostiles. Aunque censuró los gastos personales de Marogna, alabó su “competencia” como su actuación en la liberación en Malí de la franciscana Gloria Cecilia Narváez, secuestrada por el grupo terrorista Al Qaeda. Una operación –de en torno a un millón de euros–, destacó, que contó con la autorización expresa del papa Francisco.
También limitó su participación en la inversión en la petrolera de Angola Falcon Oil a través de amigos y en el envío de unos 2,3 millones de dólares australianos durante el juicio por abusos contra el cardenal George Pell que fueron interpretados con la “acusación vergonzosa” o la “inferencia innoble e insoportable”, sentenció, de comprar falsos testimonios.
A preguntas de la fiscalía, durante casi tres horas más, Becciu relató con mayor detalle las decisiones de su renuncia como prefecto tras las implicaciones familiares. Pasando a las demás inversiones, el excardenal señaló hacia la labor de supervisión necesaria de los organismos vaticanos. También limitó su participación por parte de la Secretaría de Estado en diferentes fondos de inversión suizos.
También confirmó que “la recaudación de Obolo cada año alcanzó una media de 45/50 millones de euros” y explicó que cada mes se debían transferir 5 millones de euros a la Administración del Patrimonio de la Santa Sede para los gastos corrientes de la Curia Romana. También, con este dinero, se corría “con parte de los gastos de Radio Vaticano, que ascendían a unos 33 millones de euros al año, así como con los gastos de las representaciones diplomáticas de la Santa Sede, con un presupuesto de unos 30 millones al año”.