El arzobispo surcoreano Lazzaro You Heung-sik es desde junio de 2021 prefecto de la Congregación para el Clero, un puesto en el que le designó el papa Francisco para tratar de crear “un nuevo clima entre los sacerdotes” y propiciar “la comunión y la relación”, según cuenta. “Hacía falta una sonrisa”, explica en entrevista con Vida Nueva, lamentando que hoy haya tantos presbíteros “desanimados”, cuando la realidad es que la mayoría de ellos “son hombres muy buenos”.
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Al hablar sobre la crisis motivada por los casos de pederastia eclesial, You Heung-sik aboga por reforzar la formación de los candidatos al sacerdocio para conseguir que vivan de manera auténtica la Palabra de Dios. “Si uno de verdad ama a los otros como a sí mismo no se producen casos de abusos, pues no veo a la otra persona como a alguien que puedo usar para mi placer, sino que la respeto por como es”, asegura.
PREGUNTA.- ¿Por qué cree que el Papa le eligió para desempeñar el cargo de prefecto de la Congregación para el Clero?
RESPUESTA.- No sabría cómo responder a su pregunta, solo puedo decirle que el Santo Padre ya me conocía, pues habíamos coincidido en varias ocasiones. La primera vez que nos conocimos fue en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro, en 2013. Entonces, solo pudimos hablar unos segundos, pero más adelante me dijo que se acordaba de aquella breve conversación. Tiene una memoria tremenda. En 2014, yo le escribí una carta hablándole de la VI Jornada de la Juventud Asiática, que se celebraba en mi diócesis, Daejeon.
Le expliqué de qué se trataba, pidiéndole oraciones y bendiciones para los participantes y diciéndole además que sería muy hermoso si pudiera venir. Le escribí principalmente por los 4.000 jóvenes que iban a participar, para que conociera mejor el encuentro. Yo me esperaba que tal vez el Papa nos fuera a mandar a algún enviado, pero luego me dijo que cuando estaba leyendo mi carta sintió una voz muy fuerte en su corazón, diciéndole que tenía que viajar a Corea. Es por eso que vino.
P.- Luego se vio con el Papa en Roma, ¿no es así?
R.- Sí, cuatro meses antes de la celebración del evento, que tuvo lugar en agosto, vine a Roma para presentar la Jornada. Entonces me vi con él y luego, cuando viajó a Corea, pasamos juntos dos de los días de su estancia en el país. Su paso por la diócesis dejó una gracia muy grande que quisimos conservar, por lo que organizamos un sínodo diocesano que se prolongó durante tres años y medio y transcurrió muy bien.
Luego volvimos a coincidir en 2018, cuando me nombró para participar en el Sínodo sobre los Jóvenes y pude estar cerca de él, pues yo pernoctaba en la Casa Santa Marta, donde él vive. Más adelante, el Santo Padre comenzó a buscar a alguien para que se encargara de la Congregación para el Clero y supo que yo estaba cerca de los sacerdotes en dificultad. Tal vez, también quería un prefecto asiático. Muchos me dijeron que con mi nombramiento sienten que la Iglesia es universal, no solo italiana o europea.
Relación fraterna
P.- ¿Y qué le ha pedido concretamente el Papa?
R.- Que esté cerca de los sacerdotes para que se desarrolle una relación fraterna. Me dijo que hacía falta mi cara sonriente para crear un nuevo clima entre los sacerdotes. Eso es lo que estoy intentando hacer: propiciar la comunión y la relación. Hacía falta una sonrisa, pero no solo para los sacerdotes, sino para todo el Pueblo de Dios.
P.- ¿Cuál debería ser hoy el modelo de sacerdote?
R.- Visitando diversos seminarios en varios lugares del mundo, me he encontrado muchas veces el cuadro de Jesús lavándoles los pies a los discípulos. Ese es siempre el modelo. En la encíclica Fratelli tutti, el Papa habla de la parábola del Buen Samaritano. La tenemos que tener muy presente los sacerdotes, parándonos en la calle, arrodillándonos y llevando a hombros a quienes lo necesitan. El sacerdote debe ser como un buen samaritano para la humanidad.
Desde el punto de vista teológico, el sacerdote ha de servir a la comunidad y ser hermano de todos. Por eso, si no hay comunidad, no hay sacerdote. Es hijo de la comunidad. Pero también es padre de ella por medio de la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos. Los sacerdotes, por tanto, están llamados a ser padres, hermanos e hijos de los demás y deben saber cambiar dinámicamente de papel según lo precise cada ocasión. Si subrayan siempre el de padre de la comunidad, caen en el clericalismo.
P.- ¿Y esto lo enseñan hoy en los seminarios?
R.- Yo lo digo habitualmente. El seminario no es una fábrica para producir sacerdotes. Es un lugar donde viven juntas personas que quieren seguir los pasos de Jesús, lo que significa ante todo vivir la Palabra de Dios. Eso es un cristiano. Uno que no vive la Palabra de Dios puede ser cristiano de nombre, pero no de corazón. En el seminario se aprende a vivir la Palabra de Dios y a hacerlo hacia los demás, no hacia uno mismo. El amor llama así al amor, pues otros responden con más amor a nuestra llamada. Jesús nos dijo que nos dejaba un mandamiento nuevo: que nos amáramos los unos a los otros como nos amamos a nosotros mismos.
Si uno de verdad ama a los otros como a sí mismo, no se producen casos de abusos, pues no veo a la otra persona como a alguien que puedo usar para mi placer, sino que la respeto por como es. Para adquirir esa formación sobre cómo vivir la Palabra de Dios, hacen falta seis, siete u ocho años viviendo juntos. No es algo que caiga del cielo. En ese tiempo hace falta una buena formación, desde el punto de vista humano, intelectual, espiritual y pastoral. Es importante que se subraye bien la maternidad misionera y humanitaria. Cuando la formación es sólida, los abusos disminuyen sin que haya que hablar tanto de ellos.
Vive la Palabra de Dios
P.- ¿Considera que los medios de comunicación hablan demasiado de los abusos?
R.- Nosotros no podemos decir nada, porque es un dolor nuestro. Pero veo que para algunos jóvenes el sacerdocio ya no resulta una propuesta atractiva de vida, como ocurría antes. Ven a muchos presbíteros solos y ancianos y que se habla tanto de ese escándalo. Por eso debemos animar a los sacerdotes para que estén alegres y formarlos bien. Todo está ligado.
P.- ¿Cómo ha cambiado la crisis de los abusos sexuales la imagen del sacerdocio?
R.- Como ya he dicho antes, creo que la clave está en la formación. Si un sacerdote está bien formado, no usa a los demás para su placer. Como ocurre con quien vive de verdad la Palabra, que no utiliza a la mujer para su placer. La respeta en una relación en la que hay armonía. También en el mundo de hoy hay mujeres que tientan a los sacerdotes, pero ante esta situación está la vocación y la formación.
El propio Jesús también fue tentado, pero echó a Satanás. En la Iglesia siempre hay tentaciones, también para nosotros los sacerdotes, pero hay que saber vencerlas. Por eso es tan importante la formación. Una vida reglada, además, ayuda a tener menos tentaciones. Estas aumentan con la irregularidad en la vida, porque falta la fuerza interior. Debemos tener una vida madura en la que vivamos siempre la Palabra de Dios.