Sri Lanka llevaba un mes sumida en una catarsis ante el desabastecimiento de elementos de primera necesidad, como combustibles, alimentos o medicamentos; su peor crisis tras proclamarse independiente en 1948. Todo desde que, en abril, el Gobierno declarara que no podía asumir su deuda externa de 52 millones de dólares y declarara la bancarrota. Desde ese momento, las manifestaciones en todo el país han sido una constante, exigiendo la dimisión de los dos hermanos en el poder: el primer ministro, Mahinda Rajapaksa, y el presidente de la República, Gotabaya Rajapaksa.
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Sin embargo, la crisis ha estallado definitivamente este 10 de mayo, precisamente cuando, tras la dimisión del primer ministro, parecía verse una salida. Pero, al mismo tiempo, cuando se supo que el ejército había trasladado a Mahinda Rajapaksa a un lugar seguro y podía salir del país, una turba enfurecida asaltó su residencia en Colombo. A la vez, en otro punto de la capital, partidarios del Gobierno atacaron a los manifestantes que llevaban semanas instalados en un campamento frente al palacio presidencial.
Espiral de violencia
Fue así como se inició una gran espiral de violencia en la que se sembró el caos en Colombo, habiendo choques en cada esquina. El resultado, por ahora, es de ocho muertos (entre ellos un diputado que se suicidó al verse rodeado) y más de 200 heridos. Entre estos últimos estarían un sacerdote católico y dos pastores anglicanos.
En plena crisis, varios líderes religiosos de distintas confesiones pudieron reunirse con el presidente, instándolo nuevamente a dimitir y condenando los ataques de ejército y policía contra los manifestantes. Por parte de la Iglesia católica, según Asia News, estuvieron en la reunión los obispos auxiliares de Colombo, JD Anthony y Maxwell Silva.
Todo por codicia
En rueda de prensa, el arzobispo de Colombo, el cardenal Malcolm Ranjith, mostró su pesar: “Estamos asombrados de que la policía, con pleno conocimiento del Gobierno, no haya actuado correctamente para detener los enfrentamientos”.
Tras reiterar su decepción (“estamos profundamente entristecidos”), el purpurado exigió la salida del Ejecutivo: “Este Gobierno debe asumir toda la responsabilidad por atacar a los manifestantes. Esta trágica situación se produjo porque no pensó en el pueblo, sino en su propia codicia”.