Como millones de niños, Jean Marc Fouassi Koffi tenía un gran sueño: “Estudiar, terminar una carrera y ganarme la vida”. Pero en su país, Costa de Marfil, lo tenía muy complicado: “Mi padre se fue con otra mujer cuando yo tenía ocho años, así que estaba solo con mi madre y apenas teníamos dinero, pues ella no tenía trabajo. Llegó un momento en el colegio en el que me echaron por no poder pagar un libro. Tras varios intentos de ganarme la vida y no encontrar nada, temía que nos viéramos en la calle. Así que, aunque mi madre no quería, supe que tenía que emigrar”.
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Se fue solo, con apenas 13 años. Su idea era no salir de África, pero las puertas se le iban cerrando y en tres años pasó por Malí, Argelia y Marruecos. Las experiencias, a cada cual peor… “Muchas veces me engañaban para trabajar en negro, al no tener papeles, y estaba de sol a sol en la obra, en pleno desierto, desde las seis de la mañana a las seis de la tarde. En el mejor de los casos, me daban cinco euros. En el peor, cuando llegaba la hora de cobrar el jornal, me amenazaban con llamar a la policía para que me detuviera por no tener papeles. Tenía que huir corriendo sin ganar nada. Allí te explotan hasta los huesos”.
Cómo no morir en la frontera
Un momento especialmente difícil fue al cruzar de Argelia a Marruecos: “Allí no hay una frontera como tal. Ambos países tienen a su policía en la zona con un cometido: si te ven cruzar, te disparan y te matan. Tal cual. Además, hay grupos violentos que se ceban con los inmigrantes. A los hombres, los pueden matar. A las mujeres, las violan y luego las matan”. Pese a todo, Jean Marc no lo dudó y, tras dos intentos infructuosos, al tercero consiguió entrar en Marruecos.
Allí estuvo en Rabat y Tánger, pero no encontró trabajo. Sin nada, desesperado, utilizó los 50 euros que le dio “una buena mujer” y los entregó a quienes iban a salir en la siguiente patera hacia Tarifa, ya en España. Era consciente del peligro, “prefería morir ahogado en el agua que de hambre en la tierra”. Fue así como consiguió llegar a nuestro país. Era el 23 de noviembre de 2016 y tenía 16 años.
No era ‘El Dorado’
Pero los problemas se resistían a abandonarle… “Pronto supe que Europa no era ‘El Dorado’ que muchos piensan en África. Tras rescatarnos Salvamento Marítimo y llevarnos con Cruz Roja, al poco vino la policía y nos llevaron a la comisaría de Tarifa. Yo solo hablaba francés y no había traductor. Por señas les dije que tenía 16 años y era menor, pero no me creyeron. Me llevaron a hacer las pruebas para delimitar mi edad… Y ahí empezó mi calvario. Las hicieron mal y encima las mezclaron, aunque no podía demostrarlo. Me tuvieron tres días en una celda, sin ver la luz, y volvieron para decirme que había salido que tenía 18 años y por tanto era mayor de edad”.
Tras ser llevado a la antigua cárcel de Tarifa y no a un centro de menores, solo alguien confió en él: “Fue el abogado el que luchó por mi caso, pues me iban a deportar. Al demostrar que la que aparecía en el informe no era mi declaración, me llevaron a Huelva. Era un centro de mayores y no de menores. Yo insistía en que ni siquiera habían puesto bien mi nombre en el informe, que todo era un despropósito, pero de nada valía”.
Vía crucis burocrático
Los siguientes años fueron un vía crucis burocrático para él. Aunque, gracias al apoyo de la Fundación Cepaim y de Emilio Muñoz Jorva, secretario diocesano de Migraciones de Huelva, consiguió salir a flote y demostrar que era menor. Sobre todo tras aparecer el registro de la prueba para delimitar la edad midiendo su brazo en una radiografía, conociéndose al fin que era de una persona de entre 30 y 40 años, con un hueso más grande del que él mismo tiene hoy en día, varios años después.
Poco a poco, y tras pasar por Huelva, Sevilla, Italia y, ahora, Logroño, donde está estudiando un grado superior en Diseño Mecánico con la comunidad local salesiana, Jean Marc ha visto la luz. Y todo en buena parte “gracias a Emilio, quien se acabaría convirtiendo en mi segundo padre. Desde el primer momento se hizo cargo de mí y removió todo para ayudarme. A nivel de fe también era un gran ejemplo y, el 19 de abril de 2019, en la vigilia pascual, acabaría siendo mi padrino de bautismo y confirmación”.
Devolviendo lo recibido
En esta última etapa ha sido clave el programa Crecer Con Futuro, por el que la Junta de Andalucía y el Banco Santander ayudan a jóvenes migrantes tutelados. Gracias a él, además, “he conocido a mi otro padre, Juan Jurado, también un hombre de gran fe y quien, tras prejubilarse en el banco, ha ejercido como mi mentor en el proyecto, abriéndome las puertas de su casa”.
Hoy Jean Marc vive en un piso y es feliz. Por eso ahora busca devolver parte de lo recibido: “Con compañeros del programa de Sevilla hemos fundado la asociación Crecer Ahora, dirigida a tutelados en centros de menores. Queremos que sean conscientes de lo que les espera cuando cumplan los 18 y conozcan la realidad de la calle. Queremos que estén preparados y para eso les acompañamos en charlas y encuentros. También nos dirigimos a los trabajadores de los centros, para que sepan aconsejar bien a los chicos”.
A sus 21 años, Jean Marc habla con la convicción de un sabio centenario.
Foto: Javier Goicoechea.