Francisco recibe a las religiosas del Instituto Maestras Pías Filipinas con motivo de los 350 años del nacimiento de su fundadora
Dentro de la maratón de audiencia que mantuvo el Papa en la mañana de este sábado, la más multitudinaria tuvo lugar en el aula Pablo VI a la familia carismática del Instituto Maestras Pías Filipenses, con motivo de los 350 años del nacimiento de santa Lucía Filippini.
Consciente de la misión educativa que llevan a cabo en nueve países, les recordó que “no basta con llenar la cabeza de ideas, esto no es educar; educar es transmitir vida”. “Ser maestro es vivir en misión. Si hacemos buenos discursos, pero la vida va en otra dirección, corremos el riesgo de ser sólo actores que hacen un papel, pero no educadores”, explicitó.
En relación a este año jubilar, les animó a “volver a las fuentes para sacar nuevas energías para el futuro”. Por eso, presentó a santa Lucía como modelo de maestra, en tanto que “transmitía a los demás lo que guardaba en su corazón: no sermones, no teorías, sino contenidos y vida, contenidos de vida”. “Su misión educativa no fue otra cosa que su experiencia mística”, corroboró el pontífice.
En esta misma línea, les animó a contagia a Jesús desde el encuentro y la apertura: “Quien conoce al Señor no se encierra en la sacristía, sino que vive para servir, sin preocuparse de dónde o qué se le pide”. “Vivan el servicio, porque el servicio es la gran enseñanza del Maestro, que vino para servir y no para ser servido”, planteó a las religiosas, a las que pidió que se renueven de alegría.
A la par, reivindicó el papel de Dios como Padre, otra de las constantes reflexiones de santa Lucía. De hecho, no dudó en pedir a todos los presentes a que repitieran hasta en tres ocasiones con él una de las frases de referencia de la fundadora: “Dios no puede dejar de ser mi padre”.