El Papa propuso hoy a los camilos apostar por “una cierta dosis de audacia para descubrir y recorrer juntos caminos inexplorados o para expresar el potencial del carisma en formas nuevas”. Fue el encargo que Francisco hijo a la Orden de los Ministros de los Enfermos, a quienes recibió en audiencia en la Sala Clementina de los Palacios Apostólicos, con su nuevo superior general al frente, el brasileño Pedro Tramontin.
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“Os invito, pues, a beber siempre de nuevo de la linfa de las bienaventuranzas, para llevar, con mansedumbre y sencillez, la Buena Noticia a los pobres y a los últimos de hoy”, urgió a esta familia carismática que fundó Camilo de Lelis y que hoy está presente en 40 países de los cinco continentes. Precisamente de su fundador, destacó que “es uno de los santos que mejor encarnan el estilo del Buen Samaritano, de acercarse al hermano herido en el camino”.
Tal es el aprecio que el Papa tiene a los camilos que no dudó en asegurar que “si queremos ofrecer a las personas un buen ‘hospital de campaña’, donde los heridos puedan encontrarse y sentir la cercanía y la ternura de Cristo, si queremos esto, no podemos prescindir del carisma de san Camilo de Lelis”. Por ello, les animó a los padre capitulares a cuidar de este don: “A vosotros os toca entregar las manos, los pies, la mente y el corazón a este don de Dios, para que siga suscitando las obras de Dios en nuestro tiempo, en el tiempo en que vivimos nuestra vocación”.
En esta elección de vida está el punto de inflexión para salir de las sombras de un mundo cerrado y generar un mundo abierto”, les confortó sobre su ser y hacer como consagrados, invitándoles a trabajar mano a mano con los laicos y cuidar la semilla “del primer amor con el que Jesús conquistó vuestro corazón”. Por eso les alentó a “mirar con los ojos de Jesús la realidad del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte, de los demás, de las heridas y angustias de los hermanos y hermanas más vulnerables”.
Primera línea de batalla
“Nuestro tiempo está marcado por un individualismo y una indiferencia que generan soledad y provocan el derroche de muchas vidas”, compartió con los religiosos, siempre en primera línea de batalla de la que Francisco tilda como “cultura del descarte”.
Por eso, les dijo que “la respuesta cristiana no está en la observación resignada del presente o en el pesar nostálgico del pasado, sino en la caridad que, animada por la confianza en la Providencia, sabe amar el propio tiempo y, con humildad, da testimonio del Evangelio”.