Como muchas otras veces, Shireen Abu Aqleh, conocida periodista palestina de Al Jazeera, cubría el pasado 11 de mayo la intervención de la policía israelí en el campamento de refugiados palestinos de Jenín, en Cisjordania. Pese a estar acreditada y llevar el chaleco antibalas azul y las letras blancas en las que se señalizaba claramente que era miembro de la prensa, el disparo de un miembro de las fuerzas policiales hebreas impactó directamente en su cabeza y acabó con su vida en el acto.
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Pese a la conmoción en la comunidad internacional, la policía de Israel no dudó en protagonizar otras dos duras escenas que generaron aún más incomprensión. La primera se dio a las pocas horas, cuando varios agentes se presentaron en casa de la periodista, donde se la velaba, y descolgaron a la fuerza las banderas palestinas presentes. La segunda se dio el día 13 en su entierro, cuando se trasladaba el ataúd de esta fiel cristiana a la catedral greco-melquita de Jerusalén. Los uniformados israelíes cargaron con tanta fuerza contra la multitud concentrada que llegaron a golpear con sus porras a quienes, sin poder huir, cargaban el féretro, coronado por una cruz y que llegó a golpear en un extremo sobre el suelo.
“Conmoción”
En un comunicado, el Patriarcado Latino de Jerusalén ha expresado su “conmoción” por la muerte de Shereen Abu Aqleh, exigiendo además “una investigación exhaustiva y urgente de todas las circunstancias de su asesinato y que se lleve a los responsables ante la Justicia”.
En este sentido, se lamenta que “esta flagrante tragedia devuelve a la conciencia humana la necesidad de encontrar una solución justa al conflicto palestino, que se niega a caer en el olvido a pesar de que han pasado 74 años desde la Nakba [que se traduce por “catástrofe”, siendo así como los palestinos recuerdan el conflicto que siguió a la proclamación del Estado de Israel en 1948]”.
Una voz para su pueblo
La nota del Patriarcado concluye con una sincera oración “por el descanso del alma de Shereen, quien ha sido ejemplo de deber y voz fuerte para su pueblo, y pedimos a Dios que le conceda a su hermano y familiares el consuelo de la fe. Oramos para que el pueblo palestino encuentre su camino hacia la libertad y la paz”. Además, se pide por la pronta “curación del periodista Ali Samouri, quien también resultó herido mientras cumplía con su deber” en el mismo choque entre palestinos e israelíes el día 11 en Jenín, así como “por todos los periodistas del mundo que realizan su trabajo con valentía”.
Por otro lado, el Patriarcado, la Iglesia griega de Jerusalén y “los obispos y los fieles de las Iglesias cristianas en Tierra Santa” han difundido otro comunicado en el que, más allá de las circunstancias de la muerte de la periodista, condenan “la intrusión violenta de la policía israelí en el cortejo fúnebre”. Tras cortar el paso de los presentes ante el Hospital St. Joseph, un instituto de salud cristiano regentado por las Hermanas de San José de la Aparición, la policía “irrumpió” con violencia, “irrespetando a la Iglesia, irrespetando al centro, irrespetando la memoria de los difuntos, y obligando a los portadores del féretro a casi tirar este”.
Porras, granadas de humo, balas de goma…
Una escena tachada de indignante: “La invasión y el uso desproporcionado de la fuerza por parte de la policía israelí, atacando a los dolientes, golpeándolos con porras, utilizando granadas de humo, disparando balas de goma, asustando a los pacientes del hospital, es una grave violación de las normas y reglamentos internacionales, incluido el derecho humano fundamental a la libertad de religión, que debe observarse también en un espacio público”.
Y mucho más en un lugar, el Hospital St. Joseph, que “siempre ha sido orgullosamente un lugar de encuentro y sanación para todos, sin importar su pertenencia religiosa o cultural, y pretende seguir siéndolo”.