“Un carisma no puede convertirse en el okupa de una congregación”, han reclamado la laica y la teóloga en la sesión inaugural de la Asamblea General de CONFER
Tras el acto de apertura de la 28ª Asamblea General de CONFER, en la tarde de este 24 de mayo en Madrid, ha habido una primera charla conjunta a cargo de la teóloga laica Cristina Inogés y la religiosa María Luisa Berzosa, hija de Jesús, miembros ambas del Sínodo de los Obispos y que, a lo largo de los tres días de asamblea, que se clausura este jueves 26, guiarán buena parte de las reflexiones.
Inogés, en una reflexión en la que ha señalado que “el arte de vivir es cambiar las hojas, sin perder las raíces”, ha insistido en que “Dios es felicidad”, de ahí que “sí exista la Felicidad, con mayúscula”. Para ello es necesario “cambiar nuestra propia raíz” y que, “a partir del encuentro personal con Dios”, podamos refundarnos en lo más íntimo, reverdeciendo y “dando frutos”. Seremos así “hombres nuevos con raíces nuevas”.
“Germinar desde la raíz” es andar “hacia la vocación a la que fuimos llamados en el bautismo”. Conscientes de ser raíces, “podemos expandirnos” y “vivir plenamente”. Algo que requiere “un trabajo”, pero sobre todo “una relación estrecha e íntima”, la propia de “la vocación”.
En este sentido, conviene recordar que “no somos los esclavos de Dios, sino sus hijos y amigos”. Una relación plena, mayúscula, desbordante, en la que el hombre puede descubrir al fin la auténtica y plena “felicidad”.
En un tiempo en el que “cambian los valores y la sensibilidad religiosa”, estando en boga los “paternalismos”, adentrarse de verdad en la amistad nos hará “evolucionar” hasta ser fieles a nuestra propia vocación, ya sea consagrada o seglar, “incluso dentro de nuestras propias congregaciones”.
Tristemente, a veces se producen “faltas de testimonio”, también en las congregaciones, donde “a veces parece que lo más importante es el fundador”, mientras que se pierde de referencia que “la raíz con mayúscula” es Dios.
Berzosa ha animado a “pasar las cosas de la cabeza al corazón” y a “no ser funcionarios, aunque a veces lo parezcamos”. De ahí que sea necesario “preguntarnos cómo tenemos el corazón y comprobar si lo tenemos o no fresco”, siendo capaces de “pedir ayuda” cuando “necesitamos que alguien nos acompañe para volver a vivir el primer amor”.
Puesto que “necesitamos ver y oír en profundidad” para discernir “lo que viene”, Berzosa ha reconocido que hoy se habla mucho sobre si hay o no un invierno eclesial y vocacional, incidiendo en que “del invierno surge la primavera”. “Si no asumimos el invierno, no tendremos primavera. Si no nos dejamos acompañar, no podremos acompañar”, ha animado, insistiendo en que “el invierno es un tiempo fecundo”. Y es que “algo está brotando, ¿no lo notáis?”. Una pregunta que ha sido todo un aldabonazo en un auditorio con unas 200 personas presentes.
“Un carisma -ha reclamado Inogés- no puede convertirse en el okupa de una congregación. (…) El carisma hay que vivirlo en los márgenes, en las periferias, en las fronteras”. Hay que mantenerse “fieles a la esencia” y no “cambiar por cambiar,” pero sí “adaptar el carisma a la realidad”. Una periferia existencial en la que están “los jóvenes, los inmigrantes o las mujeres”.
En eso hay que acudir sin miedo “a los fundadores, quienes fueron capaces de escuchar e interpretar la sinfonía del Espíritu”. Algo que se da en un soplo libre y muchas veces “incontrolable”, lo que no ha de “asustarnos”.
Berzosa ha invitado a “sumarse a la intercongregacionalidad”, ya que “es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”. Si “discernimos juntos”, seguramente seamos capaces de “encontrar nuevos horizontes” que nos enriquezcan.
A nivel de carismas, “estos no pueden quedarse encerrados; son para toda la Iglesia. El carisma no puede ser estático, ha de adaptarse a la realidad actual”. De ahí que haya que saber ver que “hay cosas que son secundarias y no pasa nada si las cambiamos”.
Foto: Jesús G. Feria