El presidente de la Nación, Alberto Fernández, y el jefe del Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, participaron de la celebración
Con la predicación del cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, se celebró en la Catedral Metropolitana, el Te Deum en acción de gracias por el nuevo aniversario de la conformación de la primera Junta de Gobierno.
Por el gobierno estuvieron presentes varios funcionarios y parte del gabinete nacional, y representantes de
Estuvieron presentes en la celebración: Iosif Bosch, arzobispo Metropolitano de Buenos Aires y Sudamérica de la Iglesia Ortodoxa Griega; el arzobispo Crisóstomo Juan Gassali, Vicario Patriarcal de la Iglesia Siriana Ortodoxa de Antioquia – Arquidiócesis de Argentina.; la pastora Mariela Pereira, vicepresidenta de la Iglesia Evangélica Luterana Unida; la rabina Débora Rosenberg del Seminario Rabínico; el sheij Abdelnaby Elfhefnawy, Imam de la Mezquita El-Ahmed; Cristian Hooft, presidente de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA). A ellos se sumaron los obispos auxiliares de Buenos Aires: Joaquín Sucunza, José María Baliña, Ernesto Giobando, y Gustavo Carrara.
El cardenal indicó que este mes se ofrece para volver a mirar las raíces de nuestra identidad como Nación. En aquella revolución de mayo se definió la matriz de los ideales que gestaron el país. “Fue el comienzo de un proceso, que entre luces y sombras –con una enorme cuota de sangre ofrendada por muchos hermanos–, llega hasta nuestros días”. Esta oración cívico-religiosa del Te Deum, como acto de piedad y de justicia, es para dar gracias a Dios por su sacrificio y rogar que los tenga en su gloria.
Señaló también que con este festejo se intenta renovar la fidelidad a la noble herencia que urge reivindicar para todos los que habitan esta «la tierra bendita del pan». “Cuando este falta en tantas familias, es cuando más tenemos que pensar en nuestro prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud, justicia”.
Para responder a la pregunta ¿Quién es mi prójimo?, el arzobispo referenció la parábola del buen samaritano. Allí se muestra su actitud que contrasta con la de dos religiosos que lo precedieron, y no se comprometieron. El buen samaritano limpió y vendó sus heridas, y luego siguieron los gestos delicados para el desconocido en desgracia.
Luego, explicó que este samaritano se dejó llevar por el primer sentimiento del corazón, sin cálculos ni vueltas. Trató al desconocido como hubiese querido ser tratado en similares circunstancias, regla de oro en las relaciones humanas. “Se puso al servicio del más importante de los derechos humanos: el derecho a la vida”, sentenció el primado de la Argentina.
A la luz de esta enseñanza, evocó los inmensos tesoros solidarios de “nuestro pueblo en situaciones difíciles. Son hombres y mujeres anónimos que no pasan de largo ante el dolor del semejante, comparten tiempo, bienes y sin medir sacrificios renuevan en el cuerpo social el anhelo de felicidad”.
A estos samaritanos, el cardenal les pidió que dejen de serlo porque se los necesita; “son el alma de la Argentina fraterna en la que deseamos vivir”, afirmó. Y continuó: “Siempre habrá destino si somos capaces de renunciar a nosotros mismos, por algo que está más allá de nosotros mismos”.
Dijo que, precisamente, la persona anónima a quienes los ladrones despojaron representa a toda la humanidad herida al borde del camino de la vida. Cuando alguien se detiene para tender su mano solidaria, es el mismo Jesús el que se acerca, toca la carne herida, se compadece de la víctima y mitiga su sufrimiento.
Justamente, a imagen de esta parábola, el papa Francisco guía las reflexiones de la carta Encíclica Fratelli Tutti, quien señala que, ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano. El obispo confirmó que la insistencia sobre la fraternidad humana es una constante en el magisterio de Francisco. “Estamos ante la categoría de un nuevo humanismo, donde la persona está en el centro y se valora, ante todo, su inalienable dignidad”, afirmó.
“La democracia, que nos sostiene como cuerpo social organizado en instituciones, da lugar a la fraternidad, pero además requiere de la ética, la bondad y la solidaridad, la honestidad, el diálogo siempre beneficioso para el acuerdo y el compromiso por el bien común de todos”, sentenció Mario Poli. Agregó que sin estos valores, surge el enfrentamiento de unos con otros para preservar los propios intereses.
Finalmente, pidió que no se desprecie la fe que ayuda a trascender, a ponernos de pie después de la caída, anima en la adversidad y permite ver posibilidades donde otros ven fracasos. “No nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz, cuidando de transmitir a las actuales generaciones los valores más auténticos y el acervo cultural que nos identifica, para que ejerzan el derecho de saber que hay futuro y razones profundas para seguir viviendo y amando en nuestra Patria“.