Nadia Coppa: “La sinodalidad en la Iglesia local es una urgencia”

nueva presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales

A principios de mayo, la Asamblea General de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), el organismo que aglutina a más de 1.900 líderes de congregaciones religiosas femeninas a las que pertenecen unas 650.000 monjas, eligió a la italiana Nadia Coppa como nueva presidenta. Superiora general de las Adoratrices de la Sangre de Cristo desde 2017, Coppa explica en entrevista con Vida Nueva cuál es, a su juicio, la “peculiaridad” de la vida religiosa: “Ser el regazo de la Iglesia para acoger las diversas formas de vulnerabilidad”. Asegura que la apuesta de la UISG por la intercongregacionalidad no viene por “una necesidad”, sino como fruto de “un proceso de maduración de la conciencia”, y denuncia la urgencia de que se abran “caminos de sinodalidad” en todas las Iglesias.



PREGUNTA.- ¿Por qué cree que la han elegido precisamente a usted?

RESPUESTA.- Cuando se desarrolló el proceso de discernimiento de cara al nombramiento del nuevo Consejo de la UISG, algunas hermanas expresaron que yo podía suponer una novedad por mi edad, experiencia y trayectoria. Algunas hermanas querían que se abriera una etapa nueva, manteniendo una continuidad con los pasos que ya se han dado. Se ha hecho mucho en la UISG durante el último trienio y ahora se siente que se abre algo nuevo, siguiendo el diálogo y la escucha recíproca. Estoy muy agradecida por la elección y por los temas tratados en la asamblea plenaria, con indicaciones de gran novedad y apertura.

Personalmente, me siento muy animada por las orientaciones que se han hecho y por la declaración suscrita por todas nosotras, líderes de congregaciones religiosas femeninas, para abrazar la vulnerabilidad y estar abiertas a los caminos sinodales. Es algo con lo que me implico profundamente. La sinodalidad es un estilo de vida, que nos anima a acoger la diversidad, a crecer en la comunión y abrirnos al enriquecimiento que supone la intercongregacionalidad. La elección supone para mí una novedad que llega tras el trabajo realizado en mi congregación, las Adoratrices de la Sangre de Cristo, y en la constelación de la que era delegada, donde hubo un dinamismo muy bello. Las constelaciones son las comunidades geográficas en las que nos organizamos en la UISG y que están repartidas por todo el mundo.

P.- ¿Cuál es esa novedad que usted supone? ¿Quién es Nadia Coppa?

R.- Tengo 49 años y, desde 2017, soy la superiora general de mi congregación, a la que he servido a nivel de administración y Consejo General durante los últimos 12 años. Tengo una experiencia particular de ministerio, pues durante 13 años trabajé en una comunidad para recuperar a personas que sufrían dependencias patológicas. Fue una experiencia humana y espiritual muy enriquecedora, en la que traté con personas en un estado estado de vulnerabilidad muy fuerte, lo que me permitió crecer como mujer, como consagrada y como adoratriz.

Ahí intuí la peculiaridad de la vida religiosa: ser el regazo de la Iglesia para acoger las diversas formas de vulnerabilidad. Ahí descubrí situaciones que tocan nuestra realidad de mujeres consagradas partiendo de la vulnerabilidad, que es una oportunidad para generar vida. Esa experiencia es la que traigo ahora a la UISG, donde quiero compartir nuestra misión de manera concreta y efectiva con otras hermanas y superioras generales. Solo cuando descubrimos la vulnerabilidad, descubrimos la humanidad y podemos generar vida en las personas que nos encontramos.

En estos años he aprendido a escuchar y darle espacio al prójimo. Esto me hecho la persona que soy: alguien que está disponible para los demás y deseosa de crear redes y relaciones, de estar en comunión con todos. Soy una persona que ama mucho a la vida religiosa, que está consagrada desde hace 27 años y que, desde los orígenes de mi vocación, he sentido siempre que somos de verdad una semilla lanzada a los surcos de la historia para dar el fruto propio del genio femenino, que es la acogida y la vida entregada a los demás sin condiciones. Si como religiosas descubrimos este gran valor, entonces estaremos abiertas a los caminos sinodales.

Caminar juntas

P.- ¿Qué deberes le ha puesto la Asamblea Plenaria de la UISG al nuevo Consejo?

R.- Una cuestión que ha acompañado en todo momento la asamblea es la sinodalidad, la idea de caminar juntas en la Iglesia y con la Iglesia. Tanto como consagrada, como también a nivel de mi congregación y en la UISG, ya hemos iniciado un camino muy significativo durante los últimos años en este sentido, colaborando con varios dicasterios vaticanos, como son la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Hay proyectos que la UISG ha desarrollado en colaboración con otros organismos, como es la Plataforma Laudato si’, y hay otras experiencias que queremos seguir promocionando.

Me refiero a algunos proyectos que hace años que llevamos adelante, como Talitha Kum, en el que sostenemos a las víctimas de tráfico de personas, o la iniciativa para acoger e integrar a los migrantes que se desarrolla en una comunidad de Sicilia. Son pequeños grandes proyectos que seguimos apoyando y en los que colaboran otras instituciones. Contamos además con una comisión conjunta con la Unión de Superiores Generales (USG) dedicada al Cuidado y a la Protección, que promueve la salvaguardia de la persona y pretende favorecer la tutela frente a las diversas formas de abuso, también el espiritual. Esta comisión quiere ayudar a encontrar modos concretos y procesos de sensibilización y formación dentro de la vida religiosa.

P.- ¿Por qué considera tan importante en este momento para la UISG que tenga en cuenta la vulnerabilidad?

R.- Vivimos un tiempo de grandes desafíos. La pandemia nos ha golpeado a todos profundamente, hemos perdido a muchas hermanas en nuestras congregaciones. El coronavirus ha supuesto un cambio profundo, de manera que nuestra vida ya no es la misma. Experimentamos la vulnerabilidad en nuestros sistemas políticos y económicos, así como en el mantenimiento de la paz. No podemos escondernos y pensar que la vida religiosa sea ajena a esa realidad, pues está en medio de la tierra.

La Asamblea Plenaria fue el espacio concreto para tomar conciencia de la vulnerabilidad, de que somos líderes vulnerables, llamadas a acompañar esa vulnerabilidad de nuestras hermanas y de nuestras congregaciones. Si no la abrazamos, no podremos vivirla como una oportunidad. La abrazamos para construir un espacio de crecimiento y de participación. Para actuar como Jesús y crear un espacio generativo.

P.- ¿Cuál es la contribución que está haciendo la UISG al camino sinodal?

R.- Queremos seguir promoviendo la espiritualidad de la escucha de manera profunda, creando espacios para acoger la riqueza de la diversidad. Esto exige un estilo de vida humilde, que permita acoger al otro con el corazón abierto. Sin humildad no hay escucha verdadera. El propio Papa, en la audiencia que nos concedió el 5 de mayo, nos pidió que utilizáramos el corazón para interceptar las situaciones de vulnerabilidad. Debemos ser mujeres presentes donde la sociedad nos llame y actuar con compromiso. Queremos sostener la espiritualidad del diálogo. Para ello, la palabra ‘juntos’ es la clave: debemos caminar juntos y establecer un diálogo generativo que nace de la conciencia de que el prójimo tiene siempre una riqueza.

Por eso hemos querido comprometernos con la espiritualidad del cuidado, como se ha definido en la Asamblea Plenaria. La atención al otro debe llevarnos al cuidado de los demás, pero partiendo en primer lugar de nuestra relación con Dios y con nosotras mismas. Esta idea del cuidado tiene un impacto significativo en la Iglesia, pues supone abrirse a la atención profunda a los demás, especialmente las personas más vulnerables. Si sentimos que la Tierra es nuestra Casa Común, nos tomaremos en serio el cuidado de la Creación y de la propia vida, desde su origen hasta la muerte. Francisco nos iluminó mucho en ese sentido, recordándonos que la calidad de nuestra presencia no depende de lo que hacemos, sino de cómo lo hacemos.

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