Fue José Vilaplana, obispo de Santander entre 1991 y 2006, quien promovió la fundación del Hogar Belén en 2001. Una casa de acogida cuyo objetivo era el de cuidar –“acompañar” es el término que gobierna las intenciones de quienes allí se involucran– a enfermos de sida terminales. Aquella intención es hoy un proyecto asentado en una residencia donde cinco religiosas de la Hermanas de la Caridad de Santa Ana y Cáritas son la familia de hasta nueve personas vulnerables, cuyas heridas van más allá de los contagiados por VIH.
“Don José veía cómo chicos enfermos morían a veces en situación muy mala, junto a las iglesias o en las calles”, explica la hermana Rosario sobre el pastor y fundador, lo que le “motivó pedir el poner en marcha un hogar para que estos chicos murieran con dignidad y atendidos”.
“Están totalmente acompañados las 24 horas del día: y es que somos realmente una casa de acogida, vivimos con ellos”, explica Rosario. “Lo que queremos decir con el acompañamiento es sobre la manera de trabajar que tenemos aquí en el hogar y en toda Cáritas: caminar al lado de la persona. Cada uno tiene un proceso y una autonomía”, apunta a continuación Rocío, la educadora del centro. Dos mujeres más dedicadas a labores de cocina y limpieza completan la plantilla.
Todas juntas cuidan de quienes llegan, en su mayoría, desde remotos lugares del planeta. “Vivir con ellos te enseña mucho, procuramos sacar lo mejor de cada uno. Los acompañamos a todas las consultas médicas y la comida es reciente y buena: lo que pretendemos es crear un clima de familia, porque somos una familia”, cuenta en tono maternal Rosario, para quien es fundamental individualizar las necesidades de cada uno “para fomentar una buena convivencia”.
Acoger, alojar y proporcionar manutención. Asistencia sanitaria, psico-educativa y social. Sensibilización. Formación del voluntariado. Son algunos de los ejes de un proyecto profesionalizado, pero llevado a cabo desde el estricto cariño, caridad y vocación cristiana.
“Tenemos a un chico africano [Rocío nos pide no desvelar la nacionalidad, edad o datos personales de cada uno] a quien no le ha ido bien un trasplante de médula; ha querido ir a ver a su familia y no ha podido”, narra. “A una chica sudamericana le han descubierto hace cuatro o cinco meses un cáncer con metástasis. Tiene cuatro hijos en su país y no tiene ni medios ni liquidez”, dice de otra de los nueve. “Con VIH tenemos tres personas a quienes su enfermedad les ha discapacitado de muchas cosas”, apunta.
Otro de ellos, emigrado desde el África subsahariana, se lesionó irreversiblemente al saltar la valla de Ceuta. “Tiene un traumatismo craneal, un daño cerebral tremendo; quedó en coma durante 20 o 25 días y allí los médicos vieron que no mejoraba ni se moría”, expone una disyuntiva trágica. También acompañan a un hombre desde hace seis años que ha perdido la memoria. “Su familia sabe que está ahí. Hay que pagarle todo, porque el Gobierno nos lo mandó, pero no paga nada y sus medicamentos los costeamos también nosotros, claro”, explica. En Hogar Belén, además, también han colaborado con Instituciones Penitenciarias, albergando a reclusos que cumplían su pena en un estado de salud de extrema gravedad.
Una situación que podría parecer tristísima, llena de penalidades, pero que no concuerda con la animosidad que se percibe en unas mujeres entregadas por completo. La veterana religiosa se alimenta de pavesas, pero pavesas de felicidad que regalan a personas con el futuro por detrás. Por eso cocinan la comida favorita de cada por su cumpleaños y viven la Semana Santa y la Navidad con vocación y alegría, como en una familia numerosa. “Regalitos y música”, tintinea, reafirmando lo joven que se siente.