Cuando el mundo se detuvo por la pandemia, todo se paró: el comercio, la restauración, los viajes en ciudades como Toledo, cuya primera fuente de ingresos es el turismo. Se echaron los cierres de todo. También de los conventos de clausura, una de las señas identitarias de esta ciudad, que convivieron con las religiones musulmana y judía y que aún hoy siguen siendo una referencia, aunque su salud ciertamente preocupa. Para ellos, el COVID-19 supuso también quedarse sin una de sus ya escasas fuentes de ingresos: la venta de dulces y otros objetos que realizan las monjas.
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Sin embargo, dos guías turísticos, Filipe Ribeiro y Juan Ignacio Vázquez, supieron dar respuesta al grito de auxilio de las Comendadoras de Santiago: los ingresos desparecían, pero los gastos, no. Estas hermanas utilizan parte del convento como guardería y se quedaron sin niños. Tampoco podían vender la repostería que amasaban. “Nosotros también estábamos parados”, recuerdan Filipe y Juan Ignacio, “pero no nos quedamos parados”.
“Se nos ocurrió avisar, primero, por grupos de WhatsApp de conocidos de la situación del convento, y pensamos en animar a los vecinos a ir a comprar a las Comendadoras. Para limitar el número de asistentes, organizamos grupos con horarios. Y, entonces, surgió la idea: organizaríamos esos turnos para ir a comprar dulces, y a quien asistiera, les ‘regalábamos’ la explicación del convento, por un donativo para las monjas de cinco euros por persona”.
Tiempo de reencuentros
Sin saberlo, daban el primer paso para las hoy conocidas como Visitas Solidarias a los Conventos de Clausura de Toledo, que han sido no solo un salvavidas para las comunidades, sino todo un reencuentro entre los toledanos y la vida contemplativa. Así lo explica otra de las guías participantes en este proyecto, Mariló de Ancos: “Cuando la vida de Toledo estaba en el Casco, todo el mundo tenía su convento de referencia, el más cercano, el más vinculado porque hubiera allí familiares, por vecindad, por amistad… todo eso se había perdido con la salida de muchos vecinos a otros barrios fuera de murallas. Ahora hemos asistido a reencuentros familiares, de oración, y se han fortalecido lazos que, si no habían quedado rotos, sí que se habían aflojado”.