Los seguidores de Jesús de Nazaret de Nigeria viven, seguramente, el momento más difícil de su historia. Y es que, si ya de por sí era complicada su situación en el norte, donde la gran mayoría de su población es islámica y en los últimos años están siendo golpeados por Boko Haram y otros grupos fundamentalistas, ahora se ha ido un paso más allá y el sur, predominantemente cristiano, ha sufrido un atentado sin precedentes. Tanto por ser una región hasta ahora considerada como relativamente segura como, sobre todo, por la intensidad y la brutalidad del ataque de este pasado domingo 5 de junio en Owo.
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Esa mañana, cientos de fieles celebraban Pentecostés en la iglesia de San Francisco Javier. Hasta que se presentó el terror: “De pronto, llegaron unos hombres en moto y entraron en el templo disparando a mansalva con sus armas automáticas y lanzando bombas. Mataron a más de 70 personas y dejaron a muchísimas heridas”. Quien comparte con Vida Nueva su dolor por “esta matanza bárbara y sin sentido” es Jorge Crisafulli, misionero argentino con más de 30 años de experiencia en África y quien, tras concluir en marzo su última presencia en Sierra Leona, es el nuevo provincial salesiano en Níger y Nigeria.
En el corazón de la presencia salesiana
En estas complicadas horas muestra su “gran preocupación al ocurrir algo así en la región suroeste, estando Owo a 60 kilómetros de Ondo y a 50 de Akure, donde tenemos las dos casas madre que marcan nuestra presencia salesiana en Nigeria. Tengo mucho miedo por la situación de nuestros hermanos y por la de las comunidades a las que acompañamos”. Porque, reitera, “es gravísimo el hecho de que haya ocurrido algo así por primera vez en el sur, donde todos sentíamos una cierta seguridad”.
Consciente de estar ante un acto “irracional”, Crisafulli le encuentra una posible causa “en el hecho de que nos acercamos a las elecciones generales, que son en marzo del próximo año, y hay varios grupos interesados en agravar aún más la situación de enorme inestabilidad que ya sufrimos desde hace mucho tiempo. Buscan una atención política a base de explotar los conflictos étnicos y religiosos”.
¿Obra de los fulanis?
Aunque hasta ahora no ha habido ningún grupo que se haya atribuido el ataque, salesiano argentino explica que, en Owo, “muchos lo atribuyen a una venganza de los fulanis, a quienes el gobernador expulsó de su territorio por destrozar con sus vacas las zonas de cultivo”. Un ataque del que no estaría exenta la otra cara del reverso, la religiosa, por lo que demanda “una condena inequívoca global y local a todos los niveles; desde el político, incluidos el presidente y todos los gobernadores, hasta el espiritual, hablando muy claro el gran imán de Nigeria para dejar muy claro que un crimen así no tiene nada que ver con la religión. Nadie se puede quedar callado ahora”.
Con todo, Crisafulli no se muestra esperanzado por el contexto de violencia generalizada que se da desde hace ya mucho tiempo y que se recrudeció hace dos semanas tras el asesinato de la estudiante cristiana Deborah Samuel en Sukoto, en el norte: “Fue algo igualmente bárbaro. Era una joven estudiante a la que se atribuyó una falsa blasfemia contra el islam y la mataron a pedradas y quemando su cuerpo. Lo más trágico es que los que hicieron eso eran sus propios compañeros de Magisterio, gente supuestamente más ilustrada. Desde entonces, además, se ha atacado iglesias y se han quemado negocios de cristianos. El gobernador publicó un mensaje de condena, pero luego lo borró y decretó el toque de queda”.
Una relación complicada
Ahora mismo, “la relación entre los musulmanes y los cristianos atraviesa un momento muy delicado. A nosotros, por supuesto, nos corresponde ofrecer siempre el perdón. Pero además tenemos que poner en marcha otras actitudes, como la prudencia y la inteligencia. Tenemos que protegernos. Los gobernadores deben enviar a policías y militares a nuestras iglesias, pero nosotros también tenemos que poner en marcha comités de seguridad que protejan todas las celebraciones, evitando que se acerquen vehículos y controlando a todos los que pasan”.
Una misión difícil, pues, “además de los grupos fundamentalistas, cada vez hay más bandas de bandidos que buscan hacer negocio con la violencia, ya sea secuestrando a consagrados (hay dos sacerdotes y un obispo anglicano aún raptados) o a alumnos de los colegios, pidiendo luego cuantiosos rescates”.
En el registro de los mártires
Crisafulli, muy dolido, concluye pidiendo a la Iglesia “que apunte los nombres de todas estas personas asesinadas y que los incluya en su registro de los mártires del siglo XXI. Sufrimos una persecución abierta y han dado la vida por su fe”.
A las pocas horas de producirse la matanza en Owo, el papa Francisco hizo llegar su apoyo a los cristianos nigerianos a través de un mensaje de Matteo Bruni, responsable de Prensa de la Santa Sede, asegurando que Bergoglio “reza por las víctimas y por el país”, pidiendo a Dios “que envíe al Espíritu a consolar a ambos”.
Por su parte, el presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, clamó contra el ataque y aseguró que “este país nunca se rendirá ante el mal y los malvados”, del mismo modo que “la oscuridad nunca vencerá a la luz”.