Muchos aún asocian la ciudad italiana de L’Aquila, en Los Abruzos, al terremoto que la asoló en 2009. Pero, más allá de un desastre que aún marca la vida diaria de su gente, para la Historia queda como el lugar que acoge los restos de Celestino V, un monje eremita que fue papa durante cinco meses, en 1294, hasta que renunció abrumado por las corruptelas eclesiales. Encarcelado por su sucesor, Bonifacio VIII, temeroso de que sus seguidores incurrieran en un cisma, el papa dimisionario murió en extrañas circunstancias en su celda.
Canonizado en 1313 por el papa Clemente V ante la enorme devoción popular que se le profesaba, Celestino V siempre fue considerado como un icono del cristianismo más esencial y arraigado en el amor fraterno. De ahí que, desde entonces, L’Aquila celebre una fiesta muy especial, la Perdonanza, en la que se concede la indulgencia a sus participantes.
Tal y como se anunció días atrás, Francisco se convertirá el 28 de agosto en el primer pontífice en 728 años que abrirá la Puerta Santa de su Basílica de Santa María de Collemaggio. Un momento cargado de simbolismo y en el que el Papa, que seguirá el rastro de Benedicto XVI, quien se postró ante los restos de Celestino V en 2009 (en un gesto que muchos interpretaron como profético de su propia renuncia, cuatro años después), hará un paréntesis en su importante encuentro con los cardenales de todo el mundo, que acudirán esos días a Roma a participar en el consistorio y a un tiempo de reflexión sobre la Constitución Apostólica ‘Praedicate Evangelium’.
El cardenal Giuseppe Petrocchi, arzobispo metropolitano de L’Aquila, se ha felicitado por la visita y, en declaraciones al medio local ‘Capoluogo’, ha destacado que, gracias a Francisco, este año la Perdonanza alcanzará “un nivel planetario”.
Algo necesario en un tiempo como este, marcado en buena parte por las guerras y la inequidad: “El mensaje del perdón tiene una actualidad constante, como también lo han subrayado los últimos papas, que han definido a la misericordia como madre de la justicia y de la paz”.
Paz, por desgracia, comprometida “en el corazón de Europa. La guerra de Ucrania desgarra no solo a los países implicados, sino a toda la convivencia que ha sabido construir desde la posguerra hasta la actualidad. Hace falta un empujón que motive un deseo efectivo de paz y el perdón en este sentido puede ser, a través de la voz del Papa, una importante exhortación que puede tener efectos que nosotros hoy no podemos medir de ninguna manera”.
En cuanto a lo que la visita significa “para la Iglesia y la ciudad de L’Aquila”, Petrocchi cree que “este encuentro significa que el perdón dado por el papa Celestino nos convierte en la ciudad capital del perdón, no solo anunciada, sino concretada en la vida cotidiana, una riqueza para toda la humanidad”. Será así como les abrace “un Papa lleno de ternura hacia nosotros”.