El papa Francisco ha recibido hoy en el Vaticano a los obispos y sacerdotes de Sicilia, a quienes ha dedicado un discurso en el que no solo ha recordado el importante papel de la Iglesia en la compleja sociedad de la isla, sino que les ha dedicado una pequeña reprimenda a raíz de cómo están afrontando la liturgia.
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Así, el Papa ha señalado que hay algo que le “preocupa bastante” y es hasta qué punto está instaurada la reforma del Concilio Vaticano II en Sicilia. En primer lugar, en lo que se refiere a la piedad popular, la cual “es una gran riqueza que debemos custodiar y acompañar para que no se pierda, pero también educarla”. Ha recordado, en este sentido, las palabras de Pablo VI en Evangelii nuntiandi: “liberarla de todo gesto supersticioso y tomar la sustancia que lleva dentro”.
“Pero la liturgia, ¿cómo va?”, ha preguntado el Papa a los asistentes. “No voy a misa en Sicilia y no sé cómo predican los sacerdotes sicilianos, si lo hacen como se sugiere en Evangelii gaudium o si predican de tal manera que la gente sale a fumarse un cigarro y luego vuelve. Esos sermones donde hablan de todo y de nada”, ha apuntado.
Una reforma verdadera
Así, Francisco ha señalado que “después de ocho minutos, la atención disminuye y la gente quiere sustancia“. Por eso, “un pensamiento, un sentimiento y una imagen” pueden hacer que los fieles recuerden el sermón durante “toda la semana”. “Pero, ¿cómo celebran?”, ha insistido el Papa. “No voy a misa allí, pero he visto algunas fotografías”.
“Hablo claro porque siguen los cordones, las bonetas…, pero ¿dónde estamos? ¡Sesenta años después del Concilio! ¡Un poco de actualización también en el arte litúrgico, en la “moda” litúrgica!”, ha pedido, animando a que la insularidad de Sicilia no impida “la verdadera reforma”.