Carla Morrison, nacida en Tecate, México, un 19 de julio de 1986, es una reconocida cantante y cantautora mexicana que ya ha publicado su cuarto disco, ‘El renacimiento’, y que destaca por su particular estilo, con letras preñadas de poesía y sentimiento y una voz inconfundible.
Una triunfal carrera que le ha llevado a ganar tres Grammys Latinos y a colaborar con artistas como Natalia Lafourcade, Julieta Venegas, Enrique Bunbury, Vega, Dani Martín, J Balvin o Ricky Martin. Un éxito que no le quita tiempo para volcarse en todo tipo de iniciativas solidarias, como su apoyo a ‘Luz de vida’ (fundación mexicana que acompaña a muchos niños con cáncer) y a distintas iniciativas de protección de los derechos humanos, así como su compromiso en el cuidado de animales abandonados, invitando siempre a su adopción.
Un torrente de vida en clave fraterna que también se traduce en una fe en Jesús que, como ella misma ha declarado, no se refleja en la pertenencia a ninguna Iglesia, sino en “una relación personal y directa con Dios Padre”.
Su creencia en el Nazareno puede intuirse en varias de sus letras, pero la hace explícita en su canción ‘Jesús’, a modo de villancico navideño a fuego lento que se inicia así: “Hoy yo quiero recordar / todo lo bueno que me das / para crecer y valorarme. / Para entenderte y no olvidarte. / Este día es especial / porque hoy tú naciste / para volverte en carne y hueso. / Para abrazarnos y querernos”.
Para Morrison, la Navidad es una vuelta a la infancia en la que todo se vivía con mucha más intensidad: “Hoy yo voy a intentar / disfrutar de mis recuerdos, / sean malos o muy buenos. / Tú me haces crecer desde adentro. / Hoy es Navidad y, aunque sea un día más, / Tú me viniste a recordar / que diste todo por mis sueños. / Que debo amar a todos con devoción de igual. / Que hoy es para celebrar / que somos parte de tu centro”.
Un homenaje desde el corazón a Jesús, a quien no puede dejar de elevar una acción de gracias sin fin: “Y aunque no te comprendieron / aquellos de tiempo atrás / y a veces unos de hoy día, / Tú eres el aire de su aliento. / Tú no te fuiste para siempre. / Tu carne era temporal. / Siempre cuidándonos estás. / Perdonas cada movimiento. / Y aunque a veces el mundo / ya no te responde igual, / Tú, sin duda alguna, / levantas todos los tropiezos”.
En ‘Hacia dentro’ también nos encontramos con un ejercicio de introspección en un momento de catarsis y en el que, de la nada, aflora un todo en forma de alma: “Desperté un día sin sentir / ganas de querer seguir. / Algo ya me hundía en mi cama. / Las miradas que sentí, / los abrazos que cedí. / Todo era vacío y sin nada”.
Y es que llegó un momento en el que “olvidé la fe en mí. / Todo lo aposté por mí, / pero era yo quien hacía falta. / La guerra dentro de mí / reclamaba fuerte en mí. / Fue la voz de mi alma. /
Volví a mirar hacia dentro. / Volví a mirar hacia muy dentro de mí. / A revelar el recuerdo, / analizar lo que protestaba en mí”.
Un ahondar en sí misma que la abocó a una experiencia marcada por el dolor y la decepción: “Fue tan duro de admitir / aceptar que me mentí. / Ignoré el dolor por la trama. / Que, después de verme ahí, / sola y sin poder seguir, / tuve todo y tenía nada. / Deseando acabarme aquí, / mis ojos veían gris. / Al dormir yo siempre me ahogaba. / Mi llanto quería decir, / mis heridas admitir”.
Un descenso a los infiernos que, al final, la hizo resurgir. Plena y feliz. Porque, tras dar voz de un modo auténtico a “la voz de mi alma”, “volví a mí, / volví a existir. / Y pude verme ahí, / volviendo a sonreír”.