A través de un artículo publicado recientemente en La Vanguardia, el cardenal de Barcelona, Juan José Omella Omella, ha querido “clarificar” el sentido de la síntesis recabada por su diócesis en la fase diocesana del Sínodo sobre la Sinodalidad. Para el también presidente de la Conferencia Episcopal, lo trabajado por su comunidad eclesial local va mucho más allá de posicionamientos concretos, como la acogida a las personas homosexuales o las reflexiones sobre el sacerdocio femenino o el celibarto sacerdotal, que han tenido un mayor eco mediático.
Para Omella, “la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia, es decir, fundamental y a veces desconocida, pero, sin embargo, practicada por muchos sin ser conscientes”. En el caso de Barcelona, “la fase diocesana del Sínodo culminó el 29 de mayo con la presentación de un documento de síntesis que recopila las casi 300 aportaciones hechas por más de 7.000 personas distribuidas en diferentes grupos sinodales: arciprestazgos, parroquias, movimientos, asociaciones, congregaciones religiosas, escuelas, entidades y organismos diocesanos”.
Además, hay que tener en cuenta que “se trata únicamente de unas propuestas, nunca votadas ni aprobadas. No estamos ante una nota doctrinal, sino un documento generado por todos los bautizados, miembros de la Iglesia que peregrina a Barcelona y que han querido participar y dar su opinión”. Así, la realidad es que “ni esta diócesis ni ninguna otra han presentado todavía al Papa ninguna propuesta particular”.
Partiendo de la base de que este caminar juntos fomenta actitudes muy positivas (“ser más misioneros, saber escuchar y acoger al que piensa diferente, saber dejar atrás prejuicios, dejar espacio a esperanzas, desarrollar nuevos enfoques, ser inclusivos, aprendiendo los unos de los otros”), el cardenal aclara que “la invitación del Papa era a encontrarse y escucharse, no a tomar decisiones”.
Ahora, la Iglesia ha de hacerse una pregunta clave: “¿Cómo afrontar las diferentes visiones y los conflictos cotidianos sin caer en el autoritarismo y el clericalismo, sabiendo hallar el consenso?”. Y es que “el Papa dice que no se trata de un Parlamento donde se vota, sino de una familia donde se llega a un consenso. Las dificultades se afrontan con diálogo, escucha mutua, intercambio de opiniones, participación y respeto”.
En este sentido, Omella recuerda que “tenemos que ser una Iglesia de comunidades cristianas más atentas al mundo actual donde todos los bautizados nos hacemos presentes en la sociedad, en cada lugar y en todas sus dimensiones: económica, social, política, cívica… Dentro de la comunidad eclesial nos duelen los propios defectos. Hay que estar atentos a aquellos que son excluidos y rechazados, o que así se sienten, tanto en la sociedad como en la comunidad eclesial, valorando el trabajo social que realizamos en muchas entidades de nuestras comunidades parroquiales”.
Sobre los aspectos que han más eco de la síntesis barcelonesa, su pastor admite que “en la fase diocesana del proceso sinodal, entre otros aspectos, ha aparecido el clamor por la falta de igualdad entre hombre y mujer en la Iglesia, que se percibe clerical. Muchos jóvenes y adultos se perciben con una cierta distancia respecto del pulso diocesano de nuestra Iglesia, y surge con insistencia la pregunta: ‘¿Cómo llegar y dar posibilidades a fin de que se oiga su voz?’”.
En espera del encuentro de este sábado 11 en Madrid, en el que se cerrará la fase diocesana y se consensuará “una gran síntesis en España” que sea enviada a Roma, empezando ya la fase continental del Sínodo, el purpurado destaca que “la aportación de nuestra diócesis se unirá al gran río de las que llegarán de todas y cada una de las Iglesias locales de todo el mundo”.
En espera de ver cómo se concreta ese modo de “caminar juntos”, Omella se muestra orgulloso de su Iglesia local: “Como pastor de esta archidiócesis, la amo por su fidelidad al mensaje de Jesucristo, en la Tradición viva de la Iglesia, al sucesor de Pedro, el papa Francisco, y a toda la comunidad que avanza ‘entre consolaciones y persecuciones’ (cf. san Agustín), irradiando la alegría del Evangelio”.