La síntesis del trabajo realizado desde el pasado mes de octubre en la Iglesia española es una realidad. Después de la participación de, al menos, 215.000 personas a lo largo de estos meses en las diócesis, congregaciones y diferentes realidades eclesiales, hoy se ha dado a conocer el documento que recoge las inquietudes de sacerdotes, religiosos y laicos sobre la Iglesia con la que sueñan.
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Tal y como recoge el documento de trece páginas que fue compartido esta mañana en el auditorio de la Fundación Pablo VI hay “dos ideas fundamentales” que entroncan directamente con dos ejes del pontificado del Papa Francisco: “una fuerte conversión personal, comunitaria y pastoral” y el fin de “una Iglesia desde la lejanía”.
Los responsables de dar voz a estas inquietudes fueron Isaac Martín, laico de la diócesis de Toledo; Dolores García, presidenta del Foro de Laicos y Olalla Rodríguez, laica de la Renovación carismática católica.
Espíritu evangelizador
A partir de estas dos claves, se desarrollan algunas preocupaciones como “la secularización de los bautizados, la pérdida de la identidad cristiana de los creyentes y, por derivación, de las estructuras de las que formamos parte”.
Sin circunloquios, se habla de “una clara fractura entre Iglesia y sociedad”, que se traduce en una percepción de la institución como “reaccionaria y poco propositiva, alejada del mundo de hoy”. Por eso, se constata “falta espíritu evangelizador en nuestras comunidades, más centradas en sí mismas que en abrirse a todas las personas que habitan el territorio en el que se ubican”.
El papel de la homilía
Entre las sugerencias que se sitúan en primer plano se sitúa la crítica a una liturgia que “se vive de una forma fría, pasiva, ritualista, monótona, distante”. De la misma manera, se incluye un tirón de orejas a los sacerdotes, en tanto que se llama a “repensar el papel de la homilía”. Tal y como se recoge el documento, esto genera una “desconexión entre las celebraciones litúrgicas y nuestra vida”.
Por ello, se subraya que ·resulta imprescindible potenciar la formación en liturgia y promover una participación viva y fructuosa, a través de la creación de equipos de animación litúrgica”. “En definitiva, hemos de lograr que las celebraciones toquen el alma de los fieles”, se insiste.
Acogida cuidada
En las prioridades que también se destacan en el documento, se habla de un abrazo real a colectivos esquinados como los divorciados y los homosexuales. En el texto, “se pone de manifiesto la necesidad de que la acogida esté más cuidada en el caso de las personas que necesitan de un mayor acompañamiento en sus circunstancias personales por razón de su situación familiar –se muestra con fuerza la preocupación por las personas divorciadas y vueltas a casar– o de su orientación sexual”.
La síntesis apunta otra espinosa cuestión: “Andamos divididos”. Con esta contundencia se recoge la falta de comunión eclesial, frente a lo que se reclama una pluralidad que “ha de ser asumida en clave de complementariedad y hemos de ser capaces de lograr la unidad sin caer en la tentación de imponer la uniformidad”. Para hacerlo realidad se pone en valor la complementariedad de las vocaciones sacerdotal, religiosa y laical, como punto de partida para la corresponsabilidad de los laicos.
Falta de entusiasmo
En este sentido, se incluye una apostilla: “Nos duele particularmente la falta de entusiasmo de una parte muy relevante de los sacerdotes de las distintas comunidades locales y nuestra falta de eficacia como comunidad a la hora de acompañarlos en la vivencia de su vocación”.
De la misma manera se cuestiona el que se presenta como “clericalismo bilateral”, o lo que es lo mismo, “un exceso de protagonismo de los sacerdotes y un defecto en la responsabilidad de los laicos”. Así, se lamentan tanto “las inercias” de los presbíteros que desembocan en “autoritarismo”, así como la “comodidad” de los laicos.
El aplauso del día
Durante la exposición del resumen, solo una cuestión suscitó un murmullo mayoritario acompañado de un aplauso posterior: “Hemos de destacar la insistencia acerca de la conveniencia de una mayor apertura del proceso de nombramiento de obispos y párrocos a la participación de la comunidad”.
En este sentido, se habla de la necesidad de una mayor profesionalización “en los asuntos de gobierno”, transparencia en la gestión -no solo en lo económico- y una mayor presencia en los medios de comunicación, en especial en el mundo digital.
Seis prioridades
Junto a estos ejes cardinales, la síntesis final de la Iglesia española recogen otras seis prioridades que pasan por reclamar un mayor papel de la mujer, una alerta ante la ausencia de jóvenes, la familia como eje prioritario de evangelización, el perdón y la reparación en materia de abusos sexuales y el diálogo ecuménico e interreligioso.
Además, se exponen otras cuestiones apremiantes como una redefinición de la presencia de la Iglesia en el mundo rural, el potencial de la religiosas popular, la pastoral de los mayores y la atención a presos, enfermos y migrantes.
Sin cortapisas
Tampoco se eluden en el documento resumen otras cuestiones que se aprecian como “suscitadas solo en algunas diócesis y, en ellas, por un número reducido de grupos o personas”. Es en este epígrafe en el que se destacan temas habitualmente tabúes en el seno de la Iglesia como “el celibato opcional en el caso de los presbíteros y a la ordenación de casados”, y, “en menor medida, ha surgido igualmente el tema de la ordenación de las mujeres”.
Con esta radiografía de las inquietudes surgidas a lo largo de todo el país, la síntesis presenta tres urgencias en la que trabajar con acciones concretas:
- Crecer en sinodalidad. Se detallan iniciativas tales como consultas anuales, parroquiales o diocesanas que permitan una mayor participación en los planes pastorales, además de estructuras que inviten a la corresponsabilidad. Así, incluso se apunta cómo “oportuno promover e impulsar el trabajo en los arciprestazgos y en el consejo del presbiterio, como órgano colegiado en orden a desarrollar procesos de discernimiento concernientes a la vida pastoral de la diócesis”.
- Promover la participación de los laicos. De nuevo se hace hincapié en el papel de las mujeres en la Iglesia, de una mayor presencia de los católicos en el entramado social -de las asociaciones de vecinos a los partidos políticos-, o la creación de planes de acogida en las parroquias “para los que lleguen por primera vez”.
- Superar el clericalismo. Se propone poner en marcha, allí donde no existen, los consejos parroquiales y de asuntos económicos. Junto al cambio de estructuras, se habla de tener “muy presente la vida consagrada y su esencia profética, voz humilde que acerca las periferias”. De la misma manera, se apunta un mayor protagonismo a los movimientos eclesiales, las cofradías y hermandades.