El pasado 19 de mayo, el papa Francisco recibió en audiencia a los editores de las revistas culturales europeas pertenecientes a la Compañía de Jesús. Una amplia conversación de la que hoy ha reproducido un amplio extracto ‘La Civiltá Cattolica’ en lo concerniente a la visión de Bergoglio sobre la situación en Ucrania.
En su explicación, el Pontífice pidió, en primer lugar, “alejarnos del patrón normal de Caperucita Roja: Caperucita era buena y el lobo era el malo. Aquí no hay buenos y malos metafísicos, de forma abstracta. Está surgiendo algo global, con elementos muy entrelazados”.
En este sentido, Francisco recuperó una anécdota significativa de la situación previa: “Un par de meses antes de que empezara la guerra, conocí a un jefe de Estado, un hombre sabio, que habla muy poco, muy sabio. Y, después de hablar de las cosas que quería hablar, me dijo que estaba muy preocupado por la forma en que se movía la OTAN. Le pregunté por qué, y me dijo: ‘Están ladrando a las puertas de Rusia’. Y no entienden que los rusos son imperiales y no permiten que ninguna potencia extranjera se acerque a ellos”.
Tras lamentar ese gobernante que “la situación podría llevar a la guerra”, lo que finalmente ocurrió el 24 de febrero, ahora estamos viendo “la brutalidad y la ferocidad con la que esta guerra está siendo llevada a cabo por las tropas, generalmente mercenarias, utilizadas por los rusos. Los rusos prefieren enviar chechenos, sirios, mercenarios”.
Con todo, para el Papa “el peligro es que solo veamos esto, que es monstruoso, y no veamos todo el drama que se está desarrollando detrás de esta guerra, que tal vez de alguna manera fue provocada o no evitada. Y registro el interés por probar y vender armas. Es muy triste, pero al final es lo que está en juego”.
Consciente de que “alguien puede decirme en este momento: ‘¡pero si eres pro-Putin!’”, Bergoglio aclaró: “No, no lo soy. Sería simplista y erróneo decir tal cosa. Simplemente, estoy en contra de reducir la complejidad a la distinción entre buenos y malos, sin razonar sobre las raíces y los intereses, que son muy complejos. Mientras vemos la ferocidad, la crueldad de las tropas rusas, no debemos olvidar los problemas para tratar de resolverlos”.
En este sentido, el Papa también matizó que “los rusos pensaron que todo acabaría en una semana. Pero calcularon mal. Encontraron un pueblo valiente, un pueblo que lucha por sobrevivir y que tiene una historia de lucha”.
Ampliando su mirada, en un argumento reiterado a lo largo de su pontificado, el Santo Padre recordó que, más allá de Ucrania, es evidente que “el mundo está en guerra. Hace unos años se me ocurrió decir que estamos viviendo la tercera guerra mundial a trozos. Ahí, para mí hoy, se ha declarado la tercera guerra mundial. Y esto es algo que debería hacernos reflexionar. ¿Qué le pasa a la humanidad que ha tenido tres guerras mundiales en un siglo?”.
Una “calamidad” en la que, sobre todo, aflora “el drama humano de la guerra. Está muy bien hacer un cálculo geopolítico, estudiar las cosas en profundidad. (..) El drama humano de esos cementerios, el drama humano de las playas de Normandía o de Anzio, el drama humano de una mujer a cuya puerta llama el cartero y que recibe una carta de agradecimiento por haber dado un hijo a la patria, que es un héroe de la patria… Y así se queda sola. Reflexionar sobre esto ayudaría mucho a la humanidad y a la Iglesia”.
De ahí su súplica para que el mundo ni mire para otro lado, anestesiado ya tras más de tres meses de guerra, y siga ante todo ayudando a los refugiados ucranianos: “Me pregunto: ¿qué pasará cuando se pase el entusiasmo por ayudar? Como las cosas se están enfriando, ¿quién se ocupará de estas mujeres? Hay que mirar más allá de la acción concreta del momento y ver cómo los vamos a apoyar para que no caigan en el tráfico, no sean utilizados, porque los buitres ya están dando vueltas”.
Y es que, clamó con dolor, la historia muestra que “Ucrania es experta en esclavitud y guerra. Es un país rico, que siempre ha sido cortado, desgarrado por la voluntad de quienes querían apoderarse de él para explotarlo. Es como si la historia hubiera predispuesto a Ucrania a ser un país heroico. Ver este heroísmo nos toca el corazón. ¡Un heroísmo que va de la mano de la ternura!”.
Finalmente, Francisco mostró su intención de reunirse al fin con Kirill, patriarca ortodoxo de Moscú y cuya relación atraviesa un momento difícil por su claro apoyo a Putin en la invasión ucraniana: “Tenía que reunirme con él el 14 de junio en Jerusalén, para hablar de nuestros asuntos. Pero, con la guerra, de mutuo acuerdo, decidimos posponer la reunión a una fecha posterior, para que nuestro diálogo no se malinterpretara. Espero encontrarme con él en una asamblea general en Kazajistán en septiembre. Espero poder saludarlo y hablar un poco con él como pastor”.