Vaticano

El Papa reconoce en la audiencia general que, “cuando eres anciano, ya no mandas sobre tu cuerpo”

Con la vejez “hay que aceptar los límites, que todos los tenemos. Yo también, que ahora debo ir con el bastón”





En la audiencia general que ha presidido este miércoles 15 en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el papa Francisco se ha puesto a sí mismo como ejemplo de que, al llegar la vejez, “no podemos hacer las mismas cosas que de jóvenes”, pues el cuerpo “tiene otro ritmo, hay que escucharlo y aceptar los límites”.



Limitaciones que tenemos “todos. Yo también, que ahora debo ir con el bastón”, dijo el Pontífice ante los miles de fieles y peregrinos congregados, que aplaudieron sus palabras.

Como la suegra de Pedro

En una nueva catequesis sobre la vejez, el obispo de Roma ha vuelto a la “sencilla y conmovedora” historia de la sanación de la suegra de Simón, al que luego se le llamaría Pedro, y que demuestra que, “cuando eres anciano, ya no mandas sobre tu cuerpo”, por lo que es necesario “aprender a elegir qué hacer y qué no hacer”.

También es preciso entender que la enfermedad “pesa sobre los ancianos de una manera diferente y nueva que cuando uno es joven o adulto”, ya que “parece acelerar la muerte y, en todo caso, disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos breve”.

El deber de cuidar

En su alocución, Jorge Mario Bergoglio ha recordado a los miembros de la comunidad cristiana que deben “cuidar de los ancianos” y que las visitas a estas personas tienen que ser “hechas por muchos, juntos y con frecuencia”. Es algo particularmente necesario hoy, cuando el número de los ancianos ha crecido considerablemente debido al “invierno demográfico” en el que nos encontramos en muchos países.

Debemos sentir la responsabilidad de visitar a los ancianos que a menudo están solos y presentarlos al Señor con nuestra oración”, ha insistido.

Efectos de “la cultura del descarte”

Improvisando sobre el texto que tenía preparado, el Papa ha vuelto a denunciar los efectos de “la cultura del descarte”, que “parece borrar a los ancianos; no los mata pero los borra socialmente, como si fueran un peso que es mejor esconder”. Esta situación supone para Francisco una “traición a la propia humanidad”, al seleccionar la vida “según la utilidad” y olvidarse de la “sabiduría de los viejos, que tienen mucho que dar”, particularmente a los niños, con los que entablan un diálogo que resulta “fundamental” para la sociedad.

También ha invitado a las personas mayores a que sigan sirviendo a la sociedad, venciendo así “la tentación de ponerse a un lado”. “Los ancianos que conservan la disposición para la sanación, el consuelo, la intercesión por sus hermanos y hermanas –sean discípulos, sean centuriones, personas molestadas por espíritus malignos, personas descartadas–, son quizá el testimonio más elevado de pureza de esta gratitud que acompaña la fe”, dijo, invitando a que las personas mayores estén “en el centro de la atención colectiva”.

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